La concentración había conmenzado a las 19.00. Jóvenes con carteles 
del candidato de la Mesa de la Unidad Democrática cantan fraude y exigen
 un recuento manual. «Estamos cansados de la demagogia, de aquí no nos 
movemos» promete Esteban Galíndez, de 19 años. Los argumentos para 
asegurar que los resultados son fraudulentos son dispares. Aunque todos 
coinciden en un razonamiento previo: estaban tan seguros de la victoria 
que no conciben los 8 millones de sufragios a Chávez. «A ese solo le 
votan los ignorantes, los que no saben leer», asegura uno. «Les dan 
comida y compran», afirma otra. Ni se molestan en disimular el clasismo 
instalado en la mentalidad del ala dura opositora.
A medida que cae la noche, los ánimos se encienden. Algunos chavales 
(no más de una quincena) se cubren el rostro y queman bolsas de basura. 
En uno de los carriles de la avenida Miranda, varios vehículos pinchan 
música opositora. «A Chávez no se le tumba con votos», proclama una 
mujer entrada en años, prácticamente la única componente del grupito que
 sobrepasa los 30 y que, casi mentando a Unamuno, se define como «una 
venezolana a la que le duele el país». Para entonces, los jóvenes ya se 
han hecho fuertes en el centro de la avenida. Entre ellos se extienden 
los rumores: que los disturbios se han ampliado a otras zonas del país, 
que «motorizados» partidarios del presidente están partiendo del 23 de 
Enero para atacarles, que Capriles fue amenazado... Lo único constatable
 es que, a medianoche, apenas un centenar de posadolescentes monta 
«guarimba» (sinónimo que se usa para las iniciativas desestabilizadoras)
 frente a la atenta mirada de varios policías de Chacao.
«Aquí los agentes los controla un opositor, así que estamos 
protegidos. Otra cosa será si viene la Guardia Bolivariana», asegura 
Román, estudiante universitario que afirma estar «dispuesto a la 
guerra». Claro que las ansias bélicas se desvanecen en cuanto se acercan
 tres motos. En un minuto, todo el grupo huye en desbandada. Creen que 
van a ser atacados. Hasta que se dan cuenta de que los motorizados son 
de los suyos y todo vuelve a su estado original...
 
 
Tremendo.
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