La evolución positiva en materia de distribución del ingreso y salarial,
teniendo en cuenta que Brasil aún registra uno de los peores índices de
reparto de riqueza de la región, ha provocado la definición marketinera
de haberse convertido en un país de clase media. “El milagro brasileño”
merece precisiones para comprender, al menos una faceta del actual
estado de movilización social. Las estadísticas oficiales (de la
Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República)
consideran una familia de clase media cuando el ingreso familiar per
cápita es de 291 reales (708 pesos) como mínimo y 1019 reales (2478
pesos) como máximo. Con esa base, según un documento divulgado por el
Instituto Data Favela, en 2011 el 65 por ciento de las favelas
brasileñas podrían considerarse económicamente integrantes de la clase
media.
Hoy leemos a Martín Granovsky
Un lector, Henrique Júdice Magalhâes, consultor del Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo, compartió por mail un análisis en el que
sugiere sopesar mejor algunos datos. Andar en colectivo en Brasil “sale
como promedio tres reales, unos 8 pesos al cambio oficial de la
Argentina”. Agrega el texto: “Me acuerdo de que cuando Macri quiso fijar
el boleto de subte a 3,50 pesos, mucha gente puso el grito al cielo, y
con razón. ¿Le parece disparatado que los brasileños salgamos a las
calles para no pagar 8 pesos por servicios que son, quizá con la
excepción de Río de Janeiro, bastante peores que el de Buenos Aires en
términos de confort, horarios, etcétera? A mí parece que no, sobre todo
si se considera otro dato: los ingresos de los trabajadores. En Brasil,
el salario mínimo es de 678 reales (1800 pesos). Como hay acá una ley
que permite a los estados fijar mínimos para las categorías que no los
tengan establecidos en convenio colectivo (el salario de convenio, sin
embargo, puede ser inferior a los montos fijados por los Estados, aunque
no al salario mínimo nacional), se puede considerar que es un poquitito
mayor en San Pablo (755 reales), Rio Grande do Sul (770) y Santa
Catarina (765), algo mayor en Rio de Janeiro (802) y bastante mayor en
Paraná (915 reales), que son los Estados que ejercen esa prerrogativa.
Así tenemos que si el salario mínimo de Brasil apenas supera, con
excepción de Paraná, la mitad del argentino, y si el boleto del
colectivo acá cuesta 4,5 veces más que en Argentina, (estoy considerando
la tarifa de Buenos Aires como 1,60, que es lo que se paga con la
SUBE), cada viaje en colectivo sale 8 o 9 veces más caro para un
brasileño que cobre el mínimo que para un argentino en igual situación. Y
ojo que acá las asignaciones familiares son mucho menores que en
Argentina y las cobra mucho menos gente, así que si se considera el
presupuesto familiar, la situación en Brasil se vuelve todavía peor”.
Otro punto que el lector propone discutir es que “en Brasil las líneas
oficiales de pobreza e indigencia no están vinculadas con la canasta
familiar como en la Argentina: las fija el gobierno por decreto, de modo
totalmente arbitrario, y son muy bajas: 140 reales (372 pesos) por
persona para pobreza, 70 reales (186 pesos) para indigencia. Ni el Indec
intervenido ha llegado a tal punto, pero acá muy poca gente cuestiona
eso. Cuando el gobierno brasileño dice que sacó de la indigencia 40
millones de personas, está diciendo, en verdad, que hizo (con el
Bolsa-família) que el ingreso de esas personas alcanzara esa línea de
indigencia bajísima”.