España está padeciendo una crisis económica aguda. La desocupación es la más alta de una Europa en descalabro y su gobierno de derecha embistió contra los trabajadores para salir de la recesión, además de diseñar el ajuste más furioso del gasto público desde el fin del franquismo. Se sabe que el resultado será más recesión, más desocupación y más deterioro social. Todo para arrodillarse ante el altar del euro con el objetivo de evitar el default de la deuda pública, que se agiganta cada vez más en relación con un Producto que se achica y por el creciente déficit fiscal provocado por la política recesiva. Los españoles no están en condiciones de aconsejar nada en temas económicos; más bien pueden aprender de la experiencia argentina, ya que han decidido transitar la de los noventa. El publicitado modelo económico español ha naufragado. Ha recibido un potente golpe a esa economía basada en boom de la construcción, turismo, consumo exacerbado por el crédito a tasas bajas y especulación financiera. La debacle de la economía española es notoria, y sus grupos económicos, que se expandieron al exterior, con preferencia hacia Latinoamérica, pueden mantenerse a flote gracias a las extraordinarias ganancias que le reporta una región pujante, en especial Brasil, Argentina y Venezuela.
España es una potencia de segundo nivel de la Zona Euro, que no pudo alcanzar un desarrollo autónomo dinámico pese a más de dos décadas de crecimiento y copiosos aportes financieros de la Unión Europea, y por eso no integra el G-20, siendo sólo un actor de reparto invitado a las cumbres. Cuando se construye la autopercepción de “nuevo rico”, el golpe de la realidad es bastante despiadado. Políticos y empresarios aún están en proceso de negación de su deprimente situación y se comportan como si nada hubiera cambiado.
El editorial del conservador diario El País de España de ayer es la manifestación de esa decadencia, que se expresa así patética: afirma que el gobierno de CFK está “intentando esconder el fracaso de su gestión económica detrás de una fachada de nacionalismo”; que la economía “está bajo amenaza y, en esta hora de frustración, la Presidenta ha optado por escudarse en las viejas consignas patrióticas”; que “Argentina corre el riesgo de una ruina a corto plazo”; que Cristina Fernández de Kirchner “ha sido incapaz de aplicar una política de moderación del consumo y tampoco ha gestionado bien su producción nacional de productos energéticos” y que “el resultado es una demanda creciente, una producción cada vez menor y unos precios disparados que pesan sobre los consumidores”.
Este editorial tiene el objetivo de defender los intereses de Repsol en la petrolera nacional YPF, compañía a la que “le están retirando arbitrariamente permisos de explotación en las provincias argentinas y sobre la que pende en los últimos meses un decreto de nacionalización”. “No hay ninguna razón para nacionalizar YPF”, supone, con la perspicacia de darse cuenta de que así “deterioran la cotización de YPF”.
El modelo económico español se reveló un fiasco, está en una debacle cuyo fondo no es fácil advertir y el diario El País de Madrid observando la economía argentina trabaja gratis para la revista Barcelona.
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