sábado, 26 de septiembre de 2015

El desarrollo espacial argentino

Leandro Etchichury
Miradas al Sur




La historia del país en el camino del espacio se remonta a la experiencia pionera de Jorge Newbery con globos aerostáticos y la posterior creación de la Dirección de Aerotécnia en 1927 que llevó a técnicos argentinos a experimentar en el diseño y desarrollo de vehículos teledirigidos y motores para cohetes.  A mediados de los años 40, el ingeniero Teófilo Tabanera -cuyo nombre tomó el Centro que la Comisión Nacional de Actividades Espaciales tiene en Córdoba- creó la Sociedad Interplanetaria Argentina y en 1952 representó al país en la fundación de la Federación Internacional de Astronáutica. En 1956 se lanzó el “Martín Fierro”, un cohete experimental de pequeño porte que alcanzó los dos kilómetros de altura.  Luego vendrían los lanzamientos de los Alfa y Beta Centauros, la puesta en funcionamiento de la mítica base de lanzamientos en Chamical (La Rioja),  y Juan, el primer monito astronauta que llevó a la Argentina a ser el cuarto país en enviar un ser vivo al espacio y regresarlo en óptimas condiciones.
Durante los años de gobiernos neoliberales con presupuestos flacos y relaciones carnales, se desactivaron los proyectos para el desarrollo de vectores que debían abrir un camino autónomo al espacio; sin embargo el avance satelital eludió recortes y  logró prosperar con el Lusat 1, primer satélite con componentes nacionales; posteriormente llegaron el Víctor 1, que  marcó un sendero que desembocó en la serie SAC (Satélites de Aplicaciones Científicas), el Pehuensat (fabricado por la Universidad Nacional del Comahue), a nanosatélites como el Capitán Beto y el Manolito, elaborados por la empresa privada Satellogic, además de grandes satélites geoestacionarios como los ARSAT.

Política Estado
El 24 de mayo de 2005 se firmó el decreto 532 declarando al desarrollo de la actividad espacial como política de Estado y de prioridad nacional, con dos organismos que han venido perfilando los principales proyectos espaciales del país, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y Argentina Satelital (ARSAT), a los que se suma el Instituto de Investigaciones Aplicadas (INVAP) en la provincia de Río Negro, dadas sus capacidades como integradora principal de los proyectos, con incorporación de una red de proveedores privados, fundamentalmente pymes de base tecnológica.  La Comisión Nacional de Energía Atómica también ha venido aportando sus conocimientos a estas experiencias. Los desarrollos llevados a cabo desde el ámbito del Ministerio de Defensa corren por carril separado, a través del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (CITEDEF), su principal referente institucional.
La CONAE fue creada en mayo de 1991, con la misión de formular el Plan Espacial Nacional, desarrollando el Programa SAC en colaboración con la NASA, que llevó a poner en órbita cuatro satélites, de la A a la D. También lleva adelante el proyecto Sabia-Mar (Satélite Argentino Brasileño para Información del Mar) que es un programa de cooperación con la Agencia Espacial Brasileña, además del Sistema Ítalo-Argentino de Satélites para Beneficio de la Sociedad, Gestión de Emergencias y Desarrollo Económico (SIASGE), compuesto de dos satélites argentinos que conforman la constelación SAOCOM, y cuatro satélites italianos, los COSMO-SkyMed de la Agencia Espacial Italiana (ASI).

Satélites coordinados
La serie SARE está pensada como un conjunto de satélites livianos que trabajan en forma coordinada, con el objetivo de formar una estructura en el espacio para funcionar como un satélite tradicional. Estos artefactos serían lanzados por el Tronador II, nombre que recibe la segunda etapa del proyecto de desarrollo del lanzador espacial argentino que comenzó a fabricarse en la segunda mitad de la década pasada por la empresa VENG SA (Vehículo Espacial de Nueva Generación), en colaboración con numerosas instituciones del sistema científico-técnico nacional, entre las que se cuentan el Centro de Investigaciones Ópticas (CIOP), el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR), el Instituto Universitario Aeronáutico (IUA), y el Departamento de Electrotecnia y el Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados (GEMA), ambos dependientes de la Universidad Nacional de La Plata.  Actualmente, se encuentra en fase preparatoria a través de una serie de vehículos experimentales (VEX) que están siendo lanzados desde la base creada en la localidad bonaerense de Pipinas, sobre las ruinas de lo que fuera la fábrica de cemento CORCEMAR, que durante años fue el motor económico y social del pueblo.
ARSAT S.A, por su parte,  es el resultado de la recuperación del Correo Argentino en 2003, después de una gestión privada muy cuestionada, que involucró a Mauricio Macri, de la anulación un año después de la concesión del espacio radioeléctrico en manos de la francesa Thales Spectrum, y de retomar el control de la posición orbital 81 y posteriormente la 71,8, hasta entonces en manos de Nahuelsat, empresa de capitales alemanes, italianos y franceses. En abril de 2006, a través de la Ley 26.092 el Estado decidió su creación con el objetivo de estructurar el Plan Nacional de Telecomunicaciones (Ver página 18).
El recorrido, como dice la presidenta Cristina Kirchner “no fue magia”. La recuperación de capacidades en materia espacial y su proyección a futuro fue de la mano de un importante apoyo estatal al desarrollo científico y tecnológico, que incrementó significativamente la inversión en ciencia y técnica (en 2015 un 400% más que en 2008) y que, tomado en términos de PBI, condujo a la Argentina a ser el segundo país de Latinoamérica, detrás de Brasil y por encima de México y Cuba, con el desafío aún pendiente de alcanzar el 1% del PBI en este rubro. En la actualidad alcanza el 0,7%.
Argentina tiene más cantidad de científicos por millón de habitantes que Brasil (1236 contra 710 según datos del 2011). Un testimonio del esfuerzo, la inversión realizada y el interés despertado por los trabajos en marcha, lo constituyen los 1228 científicos repatriados, los 8000 investigadores del CONICET y los más de 9000 becarios.

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