Lo que nos interesa destacar desde acá es el siguiente párrafo del artículo de La Nación que dice:
Destinar millones y millones de pesos a mantener congeladas las tarifas de servicios públicos; otorgar jubilaciones a quienes no hicieron aportes, o incluso a elevar en forma directa los ingresos que llegan a un grupo de hogares no garantiza que se esté transitando un camino de salida de la pobreza, ni muchos menos significa que se esté en vías de reducir las desigualdades sociales, que, por el contrario, tienden a ampliarse con un reparto discrecional de recursos.
En un análisis con muy fuertes críticas a la manera en que se administran los fondos públicos destinados a subsidios económicos, la Escuela de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Católica Argentina (UCA) advierte en su último informe que, en las políticas sociales, la prioridad debería ser "apuntar al desarrollo de capacidades en los sectores más vulnerables, para que ellos puedan ser gestores de su propio progreso".
Bajo la influencia de las teorías más conservadoras elucubradas en los Estados Unidos, lo que se está proponiendo desde la Universidad Católica es el darwinismo social, la supervicencia del más apto. Ya que entonces sin la intervención deformante del Estado aquellos que no puedan gestionar su propio progreso deberán ser responsables de su propia incapacidad. El cláscio del individualismo yanki. Coeficiente intelectual, selección cultural, la biologización de la desigualdad, son las herramientas intelectuales que nos ofrece la derecha para resignarnos a vivir con algo que ellos no van a solucionar: la existencia de pobres y marginados.
Por ello, queremos rescatar el informe técnico del nuevo equipo económico del Gobierno que considera al gasto público como el principal instrumento del Estado para apuntalar la demanda agregada, fomentar la creación de puestos de trabajo e impulsar la inversión. Ver informe.
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