lunes, 9 de julio de 2012

En Alemania también se consigue

Cuando ocurrió el gravísimo accidente ferroviario de Once, volvieron a escucharse los típicos comentarios autodenigratorios (como sociedad) respecto a que estas cosas sólo nos suceden a nosotros, que somos los campeones en la falta de controles, que los verdaderos responsables nunca pagan, etc, etc, etc...

En el día de hoy, mirando la TV, me entero que en el verano europeo de 1998 el tren alemán de alta velocidad ICE descarriló en el norte de Alemania provocando la muerte de poco más de cien personas y unos 200 heridos. El origen de tamaña catástrofe fue una falla nunca detectada en un nuevo modelo de ruedas duo bloque que evitaba las vibraciones molestas para los pasajeros del coche comedor.

En pleno proceso judicial se demostró que los mecanismos de revisión y control no eran lo suficientemnte exahustivos respecto a la fatiga de materiales, y que se desoyó una advertencia realizada previamente por una empresa de tranvías que detectó dicha falla en vehículos que circulan a una velocidad significativamente menor que un tren de alta velocidad.

Pero la sorpresa mayor (atenti admiradores de la civilización germánica) fue cuando la justicia dictaminó la no existencia de personas penalmente responsables, y ante el repudio colectivo decidió aplicar una modesta multa a un par de ingenieros y un tercer empleado. La empresa, generosamente, entró en una pulseada con las víctimas y sus familiares para ver si se llamaban a la calma con algunos morlacos.

Los accidentes ferroviarios continuaron en Alemania, llegando al 2010 con un choque frontal de dos formaciones que dejaron un saldo de 10 muertos y unos 50 heridos.

Sabemos aquello de que mal de muchos consuelo de tontos, pero una vez más llamamos a no caer en las garras de los voceros de la desesperanza porque como vemos no somos los peores del barrio y que si somos capaces de superarnos aprendiendo de nuestros errores, y nuestras miserias, para no volver a chapotear en el barro.

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