(...) En la Argentina, el ALCA tuvo un freno rotundo en 2005, en Mar del
Plata. De eso se habló bastante, pero lo que nunca se dice es qué
hubiera pasado sin ese freno que sólo pudo ponerse con la voluntad
política multiplicada entre Kirchner, Chávez y Lula. Es ahora una buena
oportunidad para mirar a Colombia, que suscribió los “tratados” en 2012,
y ver en qué consiste esa “libertad comercial” que, tal como se le dijo
a Pachón, puede “corregirse” con los socios vecinos pero nunca con
EE.UU. y la UE. Para llegar al TLC –la versión del ALCA que recoge la
Alianza del Pacífico–, Colombia tuvo que preparar el terreno,
subsumiendo su propia legislación nacional a las nuevas reglas que
imponen los tratados.
La 9.70 no es una AM ni una FM, sino una resolución aparentemente
menor, tomada en 2010 como condición de EE.UU. La adoptó el Instituto
Colombiano de Agricultura (ICA) y, de acuerdo con ella, se judicializa y
criminaliza a los campesinos que reserven una parte de su propia
cosecha de semillas para el año siguiente. Así ha sido durante
generaciones la práctica de cultivos rotativos. Los mejores sacos de
semillas –de arroz, de papa, de café, de cebolla– garantizaban la
siguiente cosecha y el puntapié de inversión de cada familia
minifundista. Esa resolución, pese a que implicaba un corte económico y
cultural más que drástico, no fue discutida más que con las patronales y
las federaciones, pero los campesinos no la conocían. Para enterarse
mejor de lo que implica el ALCA en la vida cotidiana de las poblaciones
rurales latinoamericanas, puede verse un documental que ahora es furor
en la web: se llama como la resolución, La 9.70, y lo dirigió Victoria
Solano. (...)
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