Entrevista a Fernanda Beigel de la Universidad de Cuyo
El concepto de dependencia académica se refiere a la estructura desigual
de producción y difusión de conocimiento construida históricamente en
el sistema científico internacional, según explica la socióloga y
doctora en Ciencias Políticas y Sociales Fernanda Beigel, que coordinó
junto a la profesora egipcia Hanan Sabea el libro Dependencia académica y
profesionalización en el Sur. Perspectivas de la periferia
(Ediunc-Sephis). En diálogo con Página/12, Beigel asegura que ya no se
puede hablar de “imperialismo académico” porque los métodos de
influencia de los centros hegemónicos de conocimiento se han refinado,
sin que ello implique la merma de su impacto en la definición de agendas
y metodologías de investigación. Asimismo, señala a los rankings de
universidades y a los sistemas de indexación de revistas científicas
como “dos grandes inventos de la cúspide del sistema académico” y alerta
sobre la dicotomía generada entre los investigadores argentinos que
participan del circuito internacional y los que no.
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¿Y para qué vivir, si ya no tienes fe en tu hermano, al que no amas ya? ¡Ya no me digas que se siente! Si no se cambia hoy, no se cambia más... Y tus hijos sabrán, que vendiste tu amor... L. A. Spinetta
martes, 25 de agosto de 2015
domingo, 16 de agosto de 2015
Entrevista al ministro de Ciencia Lino Barañao
Reproducimos la entrevista publicada en Miradas al Sur del ministro argentino de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva
“Hay que poner la innovación al servicio de la inclusión social”
Leandro Etchichury
A pocos meses de las elecciones presidenciales, el ministro Lino Barañao dialogó con Miradas al Sur sobre su gestión y los desafíos pendientes en materia científica. –¿Cuáles fueron los primeros objetivos que se propuso cuando asumió su cargo en el flamante Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva? –Cuando asumí como ministro ya llevaba cuatro años en la gestión como presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, con lo que ya tenía un conocimiento del área. Con el gobierno de Néstor (Kirchner) había comenzado el proceso de reconstrucción del sistema. A partir del 2003 pudimos incrementar el financiamiento, subir los salarios, se abrió la carrera de investigador del Conicet. A partir del nuevo ministerio se da un salto cualitativo importante, lo que implicó una serie de ventajas en cuanto a la gestión, porque se facilitó la relación con otras áreas de gobierno que eran necesarias para coordinar acciones que excedían el ámbito de nuestro ministerio. A la consolidación de los equipos se dio en paralelo el desarrollo edilicio. Se armó la nueva sede en el polo donde estaban las ex Bodegas Giol. Y ahora estamos en la segunda etapa que corresponde al Conicet y al Centro Cultural de la Ciencia.
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“Hay que poner la innovación al servicio de la inclusión social”
Leandro Etchichury
A pocos meses de las elecciones presidenciales, el ministro Lino Barañao dialogó con Miradas al Sur sobre su gestión y los desafíos pendientes en materia científica. –¿Cuáles fueron los primeros objetivos que se propuso cuando asumió su cargo en el flamante Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva? –Cuando asumí como ministro ya llevaba cuatro años en la gestión como presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, con lo que ya tenía un conocimiento del área. Con el gobierno de Néstor (Kirchner) había comenzado el proceso de reconstrucción del sistema. A partir del 2003 pudimos incrementar el financiamiento, subir los salarios, se abrió la carrera de investigador del Conicet. A partir del nuevo ministerio se da un salto cualitativo importante, lo que implicó una serie de ventajas en cuanto a la gestión, porque se facilitó la relación con otras áreas de gobierno que eran necesarias para coordinar acciones que excedían el ámbito de nuestro ministerio. A la consolidación de los equipos se dio en paralelo el desarrollo edilicio. Se armó la nueva sede en el polo donde estaban las ex Bodegas Giol. Y ahora estamos en la segunda etapa que corresponde al Conicet y al Centro Cultural de la Ciencia.
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Argentina,
ciencia,
desarrollo nacional
miércoles, 12 de agosto de 2015
Construcción y futuro político
Carlos López (Tiempo Argentino)
Cuando se habla de
construcción política, se piensa, sin muchas consideraciones previas, en
el instrumento: un partido, frente o movimiento. La experiencia
política vivida en nuestro país estos últimos 12 años, con resultados
efectivos para impulsar un cambio social a favor del pueblo, nos obligan
–si no queremos fracasar- a pensar los fundamentos y las
características de lo que debemos seguir profundizando. Nos obliga a
profundizar y reformular el pensamiento político que guíe esta
construcción. De esto va a depender que no repitamos vicios anteriores
ni caigamos en esquemas gastados y fracasados, que nos llevarían a una
nueva frustración.
Una cuestión que considero necesario introducir es el papel de la unidad y la organización en el proceso de construcción política para ser eficaces en la disputa del poder. Aquí el punto de partida es una cabal noción de la dimensión del enemigo a enfrentar. El verdadero enemigo de los intereses del pueblo y la nación argentina se ha hecho más complejo y poderoso a partir de la descomunal concentración de la riqueza en un doble proceso de saqueo: desde la clase rica del país hacia la mayoría pobre y empobrecida del pueblo argentino y desde los países centrales hacia la Argentina en su condición de país periférico. Saqueo que continúa y que la administración republicana de los EE UU y sus aliados del G7 parecen querer a todas luces profundizar. Y esto último responde a una lógica del capitalismo a nivel mundial, que para resolver el dilema de la acumulación (razón de ser del capitalismo) sin tener ya posibilidades de expandir territorialmente el sistema en el mundo ni promover el consumo de los excluidos sin afectar el reparto de los excedentes, recurre al saqueo desembozado de los países del Tercer Mundo apoyado en su poder financiero y militar. Por suerte han emergido estructuras que desafían ese poder internacional. Mencionamos los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), Unasur y la CELAC como los ejemplos a continuar por ese camino de unión y libertad, respetando la idiosincrasia de cada uno de los países que los integran, pero que se mancomunan en un mundo multipolar.
Desde el campo popular se trata de construir poder que permita modificar la relación de fuerzas existente en la actualidad. Pero esto no es posible sin promover de manera consciente, y por todos los medios al alcance, la organización social y política de los sectores populares. Porque está claro por demás que solamente con votos no alcanza. Y que por lo tanto, una propuesta política basada en el exclusivo posicionamiento mediático de un dirigente con la consecuente intención de voto resulta insuficiente e inconducente para seguir la senda que han impreso primero Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández de Kirchner.
Los votos legitiman, pero la legitimación es sólo un aspecto –por importante que sea- del poder que hay que construir.
Demás está decir, por otro lado, que la construcción de organización tiene un propósito múltiple: disputar poder, respaldar decisiones políticas surgidas de un gobierno popular del que somos parte o contribuir a conjurar los riesgos emergentes de una salida autoritaria de derecha. Por eso resulta irresponsable y poco serio cualquier planteo que sugiera que lo importante es ganar las elecciones y lo demás se hace desde un nuevo gobierno. Quien sostenga esto está totalmente equivocado.
Otro tema es el de la imprescindible unidad del campo popular, para sumar fuerzas suficientes tanto para mantener el gobierno con un programa que implique la continuación del modelo vigente, como para respaldar las decisiones políticas que lo han hecho realidad. Esto supone, esencialmente, una confluencia de las luchas y coincidencia de los reclamos de los sectores más pobres con buena parte de las capas medias. Una alianza de los del medio con los de abajo, a la que el poder le teme y tanto se esfuerza por evitar. Sin esta articulación social no se pueden imponer los intereses del pueblo, ni reconstruir un proyecto de nación.
Un tema que parece necesario atender, en relación a lo que estamos tratando, es el papel del factor tiempo y las coyunturas electorales en el proceso de construcción y acumulación de fuerzas. Lo primero que es necesario dejar en claro es que construir organización toma tiempo. Y que no se puede improvisar ni esperar resultados de la noche a la mañana, cuando estamos pensando en miles y miles de compañeros organizados en todos los frentes de lucha posible a lo largo de todo el país; o en formar cuadros o estructurar equipos de conducción con adecuadas formas de comunicación. El tiempo que insuma impulsar este tipo de construcción política será siempre variable, condicionado por la dinámica general del acontecer político y social y por lo acertado de la propia política de masas.
Por lo tanto, sin desatender a la coyuntura electoral, como la que nos puede tocar atravesar, en primer lugar es imperioso que cualquiera sea nuestro grado de participación en las elecciones, logremos que nos sirva para acumular fuerzas y no para fragmentarnos. En segundo lugar, tenemos que garantizar que no modificaremos la política ni el rumbo estratégico que nos tracemos por razones de especulación electoral.
Más allá de la velocidad con la que a veces se pueden desencadenar los acontecimientos en los procesos sociales, cosa que en gran medida está afuera de nuestra voluntad, hay que evitar la falsa creencia de que el asunto es llegar y después vemos. Porque una vez en el gobierno, nadie podrá hacer gala de lo que no construyó.
Como bien dicen las Madres, ni un paso atrás, es nuestra obligación pero también nuestro deseo, que cumplamos a rajatabla esta consigna. Muchas mujeres y muchos hombres, todos patriotas, desde el fondo de la historia como país hasta nuestros días nos inducen a seguir construyendo una patria para todos, sin oprimidos ni opresores, en unidad y libertad. Las futuras generaciones nos demandan que la cumplamos. Votar en octubre la continuación de este proyecto nacional, popular y democrático es nuestro deber, nuestra obligación y también nuestro deseo.
Una cuestión que considero necesario introducir es el papel de la unidad y la organización en el proceso de construcción política para ser eficaces en la disputa del poder. Aquí el punto de partida es una cabal noción de la dimensión del enemigo a enfrentar. El verdadero enemigo de los intereses del pueblo y la nación argentina se ha hecho más complejo y poderoso a partir de la descomunal concentración de la riqueza en un doble proceso de saqueo: desde la clase rica del país hacia la mayoría pobre y empobrecida del pueblo argentino y desde los países centrales hacia la Argentina en su condición de país periférico. Saqueo que continúa y que la administración republicana de los EE UU y sus aliados del G7 parecen querer a todas luces profundizar. Y esto último responde a una lógica del capitalismo a nivel mundial, que para resolver el dilema de la acumulación (razón de ser del capitalismo) sin tener ya posibilidades de expandir territorialmente el sistema en el mundo ni promover el consumo de los excluidos sin afectar el reparto de los excedentes, recurre al saqueo desembozado de los países del Tercer Mundo apoyado en su poder financiero y militar. Por suerte han emergido estructuras que desafían ese poder internacional. Mencionamos los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), Unasur y la CELAC como los ejemplos a continuar por ese camino de unión y libertad, respetando la idiosincrasia de cada uno de los países que los integran, pero que se mancomunan en un mundo multipolar.
Desde el campo popular se trata de construir poder que permita modificar la relación de fuerzas existente en la actualidad. Pero esto no es posible sin promover de manera consciente, y por todos los medios al alcance, la organización social y política de los sectores populares. Porque está claro por demás que solamente con votos no alcanza. Y que por lo tanto, una propuesta política basada en el exclusivo posicionamiento mediático de un dirigente con la consecuente intención de voto resulta insuficiente e inconducente para seguir la senda que han impreso primero Néstor Kirchner y luego Cristina Fernández de Kirchner.
Los votos legitiman, pero la legitimación es sólo un aspecto –por importante que sea- del poder que hay que construir.
Demás está decir, por otro lado, que la construcción de organización tiene un propósito múltiple: disputar poder, respaldar decisiones políticas surgidas de un gobierno popular del que somos parte o contribuir a conjurar los riesgos emergentes de una salida autoritaria de derecha. Por eso resulta irresponsable y poco serio cualquier planteo que sugiera que lo importante es ganar las elecciones y lo demás se hace desde un nuevo gobierno. Quien sostenga esto está totalmente equivocado.
Otro tema es el de la imprescindible unidad del campo popular, para sumar fuerzas suficientes tanto para mantener el gobierno con un programa que implique la continuación del modelo vigente, como para respaldar las decisiones políticas que lo han hecho realidad. Esto supone, esencialmente, una confluencia de las luchas y coincidencia de los reclamos de los sectores más pobres con buena parte de las capas medias. Una alianza de los del medio con los de abajo, a la que el poder le teme y tanto se esfuerza por evitar. Sin esta articulación social no se pueden imponer los intereses del pueblo, ni reconstruir un proyecto de nación.
Un tema que parece necesario atender, en relación a lo que estamos tratando, es el papel del factor tiempo y las coyunturas electorales en el proceso de construcción y acumulación de fuerzas. Lo primero que es necesario dejar en claro es que construir organización toma tiempo. Y que no se puede improvisar ni esperar resultados de la noche a la mañana, cuando estamos pensando en miles y miles de compañeros organizados en todos los frentes de lucha posible a lo largo de todo el país; o en formar cuadros o estructurar equipos de conducción con adecuadas formas de comunicación. El tiempo que insuma impulsar este tipo de construcción política será siempre variable, condicionado por la dinámica general del acontecer político y social y por lo acertado de la propia política de masas.
Por lo tanto, sin desatender a la coyuntura electoral, como la que nos puede tocar atravesar, en primer lugar es imperioso que cualquiera sea nuestro grado de participación en las elecciones, logremos que nos sirva para acumular fuerzas y no para fragmentarnos. En segundo lugar, tenemos que garantizar que no modificaremos la política ni el rumbo estratégico que nos tracemos por razones de especulación electoral.
Más allá de la velocidad con la que a veces se pueden desencadenar los acontecimientos en los procesos sociales, cosa que en gran medida está afuera de nuestra voluntad, hay que evitar la falsa creencia de que el asunto es llegar y después vemos. Porque una vez en el gobierno, nadie podrá hacer gala de lo que no construyó.
Como bien dicen las Madres, ni un paso atrás, es nuestra obligación pero también nuestro deseo, que cumplamos a rajatabla esta consigna. Muchas mujeres y muchos hombres, todos patriotas, desde el fondo de la historia como país hasta nuestros días nos inducen a seguir construyendo una patria para todos, sin oprimidos ni opresores, en unidad y libertad. Las futuras generaciones nos demandan que la cumplamos. Votar en octubre la continuación de este proyecto nacional, popular y democrático es nuestro deber, nuestra obligación y también nuestro deseo.
martes, 11 de agosto de 2015
Talleres clandestinos, trabajo esclavo y ciudad
Pasaron más de nueve años desde el incendio del taller clandestino
instalado en la calle Luis Viale 1269, y poco más de tres meses desde el
incendio en Páez al 2700 en el que murieron Rodrigo y Rolando Mur
Menchaca, dos niños de 7 y 10 años. Desde entonces, el gobierno nacional
a través de la AFIP y desde el Ministerio de Trabajo se han ocupado de
hacer allanamientos en propiedades devenidas en talleres clandestinos.
Una tarea que el Gobierno de la Ciudad se excusa de hacer argumentando
que “en los talleres clandestinos se enojan cuando se los clausura”,
como señaló el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, desconociendo
(?) la responsabilidad que le cabe. Así todo, los incendios siguieron.
El mismo flamante jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, mintió al
decir que “sin orden de la Justicia, la Ciudad no puede hacer nada”,
cuando en realidad tiene poder de policía... La ciudad de la esclavitud explícita –
instalado en la calle Luis Viale 1269, y poco más de tres meses desde el
incendio en Páez al 2700 en el que murieron Rodrigo y Rolando Mur
Menchaca, dos niños de 7 y 10 años. Desde entonces, el gobierno nacional
a través de la AFIP y desde el Ministerio de Trabajo se han ocupado de
hacer allanamientos en propiedades devenidas en talleres clandestinos.
Una tarea que el Gobierno de la Ciudad se excusa de hacer argumentando
que “en los talleres clandestinos se enojan cuando se los clausura”,
como señaló el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, desconociendo
(?) la responsabilidad que le cabe. Así todo, los incendios siguieron.
El mismo flamante jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, mintió al
decir que “sin orden de la Justicia, la Ciudad no puede hacer nada”,
cuando en realidad tiene poder de policía... La ciudad de la esclavitud explícita –
lunes, 3 de agosto de 2015
Un boom rural que no fue sólo soja
La producción de los granos tradicionales, soja, maíz, girasol y cebada,
tuvo un incremento de 57 por ciento entre las cosechas de 2003 y 2014.
El país pasó de generar 65.252.933 a 102.441.789 toneladas para la
cosecha 2013/2014. Este crecimiento puede explicarse tanto por un
incremento del área sembrada de 22 por ciento como del mayor rendimiento
por hectárea que tuvo una suba de 28 por ciento. Si bien la expansión
de la frontera agropecuaria es asociada casi exclusivamente con el
avance de la soja, el área sembrada para las producciones de las
economías regionales fue mayor, con un promedio de 52 por ciento. De
hecho, el total de las producciones tradicionales redujo su
participación en el total cosechado en un 0,5 por ciento. Buenos Aires,
Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe concentraron el 86,7 por ciento de la
producción de granos tradicionales.
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domingo, 26 de julio de 2015
Integración: lo que ciertos círculos uruguayos y paraguayos no cuentan
Por Juan Notaro
Presidente ejecutivo de Fonplata
La integración regional, ese añorado objetivo latinoamericano, no ha sido fácil de alcanzar, y cuando parece que los pasos para concretar avances definitorios se acercan, luego se desvanecen por impedimentos políticos, burocráticos, o por el simple y llano juego de intereses nacionales. No hay proceso de integración perfecto, y sino miremos hacia el Mediterráneo, donde la crisis griega ha sido el más reciente cuestionador de la integración europea. Uno de los instrumentos más efectivos y dinámicos para lograr la integración efectiva ha demostrado ser el apoyo a los países con mayores limitaciones estructurales respecto a los más avanzados. Trabajo a diario con países de dimensiones y grados de desarrollo relativo muy diferentes, como es el caso de Argentina y Brasil por un lado, y Bolivia, Paraguay y Uruguay por otro, en lo que conforma un mecanismo financiero propio para el desarrollo y la integración subregional, llamado FONPLATA. Y quizás no es muy sabido, salvo en círculos financieros de la región, que nuestros préstamos a Bolivia, Paraguay y Uruguay -la parte sustantiva de nuestra cartera anual de 300 millones de dólares- se realizan a tasas de interés preferenciales, bastante más reducidas que las aplicadas a Brasil y Argentina. Es un mecanismo solidario acordado entre los cinco países y reforzado por el hecho de que quienes más capital aportan a FONPLATA (el 66%) son los dos países más grandes. Esto se realiza con el objetivo de compensar desigualdades en el desarrollo relativo de los países de la subregión y favorecer la integración y la cohesión social, especialmente en las regiones de frontera. Paralelamente, y persiguiendo el objetivo común de reducir asimetrías estructurales entre sus países miembros, Mercosur en 2006 creó un Fondo de Compensación Estructural: FOCEM, que en los últimos 10 años ha aportado más de 1.000 millones de dólares no reembolsables con esa finalidad en la subregión. Salvando las distancias, este es un mecanismo compensatorio similar al que se puso en práctica en la Unión Europea y que permitió que la infraestructura de países como España floreciera al punto de que la red vial española de hoy no tiene nada que envidiarle a la alemana. En todo caso -y a diferencia del caso europeo-, los países menores del Mercosur no son necesariamente los más pobres y, adicionalmente, las regiones más pobres también se encuentran en los países de mayor tamaño o en zonas de frontera. Con el ingreso de Venezuela en el Mercosur, el FOCEM -que en la última reunión de presidentes de Mercosur en el mes de julio fue renovado por 10 años más- cuenta con un aporte de 127 millones de dólares por año: 70 provenientes de Brasil, 27 de Argentina, 27 de Venezuela, 2 de Uruguay y 1 de Paraguay. Del ingreso anual, Paraguay obtiene un usufructo del 44% de los recursos y Uruguay un 29%; en tanto que Argentina, Brasil y Venezuela, un 9% cada uno. La dimensión geográfica de este bloque económico continental, al que ya prácticamente está sumado Bolivia como miembro pleno, y sus requerimientos de inversión en infraestructura, son ampliamente superiores a los que hoy pueden atender juntas todas las instituciones financieras internacionales. Según el Banco Mundial, por cada dólar invertido en infraestructura en nuestra región, los asiáticos invierten cuatro. Mientras el debate de cómo superar esa brecha prosigue, no nos podemos quedar cruzados de brazos. Si, por el contrario, continuamos reduciendo las asimetrías estructurales en aquellas áreas geográficas menos favorecidas, donde las inversiones de mediano porte en infraestructura de transporte, comunicaciones, productiva o social, alcanzan un impacto multiplicador por la inclusión económica y social que generan, la integración tendrá un valor real. Así, la integración regional implica una alternativa donde todos ganan: los países pequeños, los grandes y, al final del día, juntos crean más oportunidades para todos los ciudadanos donde ellos se encuentren.
La integración regional, ese añorado objetivo latinoamericano, no ha sido fácil de alcanzar, y cuando parece que los pasos para concretar avances definitorios se acercan, luego se desvanecen por impedimentos políticos, burocráticos, o por el simple y llano juego de intereses nacionales. No hay proceso de integración perfecto, y sino miremos hacia el Mediterráneo, donde la crisis griega ha sido el más reciente cuestionador de la integración europea. Uno de los instrumentos más efectivos y dinámicos para lograr la integración efectiva ha demostrado ser el apoyo a los países con mayores limitaciones estructurales respecto a los más avanzados. Trabajo a diario con países de dimensiones y grados de desarrollo relativo muy diferentes, como es el caso de Argentina y Brasil por un lado, y Bolivia, Paraguay y Uruguay por otro, en lo que conforma un mecanismo financiero propio para el desarrollo y la integración subregional, llamado FONPLATA. Y quizás no es muy sabido, salvo en círculos financieros de la región, que nuestros préstamos a Bolivia, Paraguay y Uruguay -la parte sustantiva de nuestra cartera anual de 300 millones de dólares- se realizan a tasas de interés preferenciales, bastante más reducidas que las aplicadas a Brasil y Argentina. Es un mecanismo solidario acordado entre los cinco países y reforzado por el hecho de que quienes más capital aportan a FONPLATA (el 66%) son los dos países más grandes. Esto se realiza con el objetivo de compensar desigualdades en el desarrollo relativo de los países de la subregión y favorecer la integración y la cohesión social, especialmente en las regiones de frontera. Paralelamente, y persiguiendo el objetivo común de reducir asimetrías estructurales entre sus países miembros, Mercosur en 2006 creó un Fondo de Compensación Estructural: FOCEM, que en los últimos 10 años ha aportado más de 1.000 millones de dólares no reembolsables con esa finalidad en la subregión. Salvando las distancias, este es un mecanismo compensatorio similar al que se puso en práctica en la Unión Europea y que permitió que la infraestructura de países como España floreciera al punto de que la red vial española de hoy no tiene nada que envidiarle a la alemana. En todo caso -y a diferencia del caso europeo-, los países menores del Mercosur no son necesariamente los más pobres y, adicionalmente, las regiones más pobres también se encuentran en los países de mayor tamaño o en zonas de frontera. Con el ingreso de Venezuela en el Mercosur, el FOCEM -que en la última reunión de presidentes de Mercosur en el mes de julio fue renovado por 10 años más- cuenta con un aporte de 127 millones de dólares por año: 70 provenientes de Brasil, 27 de Argentina, 27 de Venezuela, 2 de Uruguay y 1 de Paraguay. Del ingreso anual, Paraguay obtiene un usufructo del 44% de los recursos y Uruguay un 29%; en tanto que Argentina, Brasil y Venezuela, un 9% cada uno. La dimensión geográfica de este bloque económico continental, al que ya prácticamente está sumado Bolivia como miembro pleno, y sus requerimientos de inversión en infraestructura, son ampliamente superiores a los que hoy pueden atender juntas todas las instituciones financieras internacionales. Según el Banco Mundial, por cada dólar invertido en infraestructura en nuestra región, los asiáticos invierten cuatro. Mientras el debate de cómo superar esa brecha prosigue, no nos podemos quedar cruzados de brazos. Si, por el contrario, continuamos reduciendo las asimetrías estructurales en aquellas áreas geográficas menos favorecidas, donde las inversiones de mediano porte en infraestructura de transporte, comunicaciones, productiva o social, alcanzan un impacto multiplicador por la inclusión económica y social que generan, la integración tendrá un valor real. Así, la integración regional implica una alternativa donde todos ganan: los países pequeños, los grandes y, al final del día, juntos crean más oportunidades para todos los ciudadanos donde ellos se encuentren.
miércoles, 17 de junio de 2015
domingo, 14 de junio de 2015
Uruguay: otra mirada desde el FA sobre el Mercosur y los tratados de libre comercio
Opinión del diputado por el MPP Daniel Caggiani
El debate sobre la
integración regional de Uruguay es parte relevante en una reflexión más
amplia y profunda acerca de la agenda del desarrollo sustentable y con
justicia social para nuestro país. Tal como lo expresa el programa de
gobierno del Frente Amplio, “la inserción del Uruguay en el Mundo será impulsada desde la plataforma Mercosur”. En
ese sentido,el Mercosur está planteado como proceso de integración
regional prioritario para Uruguay, en el cual se encuentra inmerso junto
a socios comerciales relevantes como Brasil, Venezuela y Argentina.
Desde el punto de
vista comercial, los últimos años han sido testigos de la mayor
ampliación en la historia de mercados hacia los cuales Uruguay exporta
bienes y trabajo. Y algo similar puede decirse sobre los niveles de
captación de Inversión Extranjera Directa registrados en este período.
En 2014 se volvió a superar el record de exportaciones, tanto si se
incluyen o no las ventas realizadas hacia las Zonas Francas.
Sin dudas que los
procesos de integración regional en los cuales Uruguay participa son
perfectibles y deben ser re-adecuados a un contexto nuevo desde el punto
de vista geopolítico, comercial y económico. Sobre todo el Mercosur,
como plataforma del relacionamiento e inserción internacional de nuestro
país. Pero no perdamos de vista que el Mercosur como enfoque, viene
siendo el mejor arreglo institucional que tenemos para el
relacionamiento con la región en general y con Argentina y Brasil en
particular. Los países no se mudan de vecindario.
Antes de plantear
cualquier reacomodo es necesario conocer y estudiar a fondo el contexto
en el cual nos movemos. De los 6 principales socios comerciales de
Uruguay, tres están en el Mercosur. El Mercosur tiene una extensión
territorial cercana a los 13 millones Km2 y alberga casi el
70% de la población sudamericana, con más de 275 millones de habitantes.
Se extiende desde el Caribe hasta el Atlántico Sur. En materia
económica se constituye como el cuarto bloque mundial en importancia y
volumen de negocios. Es considerado por los organismos internacionales
como una potencia económica cuyo PBI representa más del 80% del total de
la producción de Sudamérica, situado en más de 4,50 billones de
dólares, cifra que como bloque lo ubica como la quinta economía a nivel
mundial. Sin duda, es el principal bloque económico mundial en materia
de producción de alimentos.
La apuesta a la
integración regional como eje de la inserción internacional del país no
se restringe únicamente a la evolución del comercio exterior, por más
que esta sea una variable de extrema relevancia. Es importante reconocer
que el Mercosur se encuentra inmerso en un proceso de readecuación, con
ingresos de nuevos miembros, con disposiciones que procuran atenuar las
grandes diferencias de dimensiones económicas y territoriales dentro
del bloque (como el Fondo de Convergencia Estructural del Mercosur -
FOCEM) y con la compleja incorporación de dimensiones más profundas de
integración en la institucionalidad regional (Parlamento del Mercosur,
Instituto Social del Mercosur, etc.).
Los avances pendientes no solamente están supeditados a discusiones y
acuerdos a nivel regional. Por el contrario, los principales ejes de
discusión a resolver se encuentran a nivel interno, de cada país, en
función de las condiciones específicas que cada sociedad tiene en sus
sectores económicos y políticos. Entendemos que aún está
pendiente una comprensión cabal de la etapa de la integración
sudamericana, en el marco de debates amplios con la diversidad de
actores sociales en nuestros países. Es necesario reconocer que en
muchos casos sobra retórica integracionista y faltan compromisos
concretos de hacer avanzar este planteo estratégico.
En lo que respecta a nuestro propio proceso de discusión, el Congreso
del Frente Amplio debatió y consensuó que la política exterior deberá
“buscar y promover la integración social y económica de los Estados
latinoamericanos”. Además, “la propuesta programática del Frente Amplio
busca desarrollar una política exterior que tenga como objetivo una
proyección internacional del Uruguay priorizando la integración regional
para su inserción en el mundo”.
En ese marco, es
equivocado confrontar a esta visión acordada por el conjunto del FA, la
superación (o la “flexibilización”) del Mercosur por la vía de acuerdos
de libre comercio extra regionales. La realidad es más compleja que
tomar ambos caminos como contrapuestos y excluyentes. Por el contrario,
la superación del estancamiento del proceso de integración regional será
consecuencia de la acción política destinada a consolidar un espacio de
cooperación y convergencia regionales. Solo allí es posible ubicar el “proyecto de desarrollo integral e integrador” que propuso el FA a la ciudadanía que lo acompañó mayoritariamente en las urnas.
Los Tratados de
Libre Comercio no son ninguna panacea, y suponen en múltiples casos,
riesgos para sectores sensibles de nuestra economía. Tener un TLC con
otro país no supone tener acceso inmediato y libre para la colocación de
nuestros productos. Si se toma como ejemplo el Tratado de Libre
Comercio que Uruguay tiene con México, las negociaciones para ingresar
carne ovina sin hueso duraron más de dos años y se concretó la primera
venta en junio de 2013 (el TLC está vigente desde julio de 2004).
Según el Informe de Uruguay XXI sobre México (julio 2014), “Las
exportaciones se concentran principalmente en quesos, maderas, arroz y
cueros. Las importaciones se concentran en manufacturas con alto valor
agregado”. México es hoy destino de un 3% de nuestras
exportaciones. Se puede decir que actualmente, tras la pronunciada baja
del comercio con Argentina, destino de un 4% de nuestras exportaciones,
ambos mercados son similares para la economía uruguaya, pero no es así. A
Argentina, Uruguay le exporta productos con valor agregado, mientras
que a México le exporta productos primarios o manufacturados con poco
valor agregado. El saldo comercial para Uruguay es negativo (importamos
más de lo que vendemos) pero además “las importaciones han
incrementado en un 32% interanual al comparar 2013 con 2009, mientras
que las exportaciones aumentaron un 2% en estos mismos años”.
Por otra parte, las
inversiones mexicanas en Uruguay no presentaron un aumento significativo
luego de la firma del TLC, y son marginales en el conjunto de la IED
recibida por nuestro país. En cambio, las inversiones argentinas en
nuestro país son muy importantes, en los rubros agroindustriales
principalmente.
Para un país con las
dimensiones económicas de Uruguay, claro que no es para desdeñar, pero
claramente tampoco fue una solución a todos nuestros desafíos.
Finalmente, este fue un Tratado que se firmó con el acuerdo de los demás
países del Mercosur. En conclusión, la importancia de lograr acuerdos
comerciales radica en poder utilizar la plataforma regional para
negociar en bloque, con las potencialidades arriba reseñadas. Sostenemos
que en esta etapa, los problemas de la integración se resuelven con más
integración. Entre los desafíos a resolver está la agenda externa del
Mercosur, en cuanto a negociaciones con otros bloques. Se puede avanzar
en las negociaciones con la Unión Europea, siempre y cuando no sea a
cambio de hipotecar posibilidades de desarrollo o de ceder soberanía.
Otra opción es analizar es un acuerdo comercial Mercosur-BRICS, dado que
ya China es nuestro principal socio comercial, y existen buenas bases
de negocios con Rusia e India. Este tema puede ser abordado en una
próxima columna.
martes, 9 de junio de 2015
Socio ruso para salir a vender
Por Cristian Carrillo (Página/12)
Desde Moscú
Una de las novedades que aportó la gira por Rusia fue la propuesta
que el ministro de Planificación, Julio De Vido, les formuló a los rusos
para que ambos países se asocien para vender tecnología nuclear en
Sudamérica. Lo mismo ya había sido conversado con los chinos, quienes
financiarán y transferirán su tecnología para la construcción de dos
nuevas centrales nucleares. “Con los chinos ya estamos hablando para
trabajar en conjunto en la venta de tecnología y a los rusos se lo
planteamos ayer (por anteayer)”, señaló a este diario el presidente de
NA-SA, José Luis Antúnez. “El objetivo es crear una empresa conjunta con
naciones avanzadas en esta materia, y exportar desarrollo al exterior”,
agregó. Según explicó, los países que tienen un consumo que amerite una
central nuclear en la región son Chile, Colombia y Venezuela.
Argentina, junto con México y Brasil son los únicos países que cuentan
con centrales nucleares.
El gobierno busca que la inversión rusa vaya de la mano de la
transferencia de tecnología. Cuando se construyó Embalse, la empresa
canadiense Candú le transfirió a Argentina la tecnología para poder
desarrollarla en otras centrales de uranio natural y agua pesada dentro
del país y eso es lo que ahora permitirá avanzar con la construcción de
Atucha III, un emprendimiento que utilizará tecnología Candú y contará
además con financiamiento chino. Los rusos construirán en Argentina una
central nuclear de uranio enriquecido y agua liviana, tecnología que
argentina no maneja, y la intención oficial es negociar como en su
momento se lo hizo con los canadienses, aunque en este caso no sólo se
busca poder replicar esa tecnología en el país sino también asociarse
con los rusos para ofrecerla a otros países de la región. Lo mismo se
viene conversando con China. “La posibilidad de una asociación con China
para crear una empresa que impulse desarrollos nucleares conjuntos en
la región está avanzada”, señaló Antúnez. Por su parte, ratificó que la
cuarta central nuclear, a realizarse en asociación con China, comenzará a
construirse antes de fin año, en el predio donde funcionan hoy Atucha I
y II, en la localidad bonaerense de Lima. En este caso se aguarda por
el decreto de expropiación de aquellos terrenos. Según los cálculos
oficiales, el reactor de la cuarta central china costará 32 mil millones
de pesos, en moneda nacional porque se realizará con trabajo argentino,
en tanto, la quinta y sexta arribarán a unos 60 mil millones cada una.
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