"Cristina afirmó en su discurso del Bicentenario que 'hoy estamos mejor que hace cien años'. No hay ninguna duda si lo que se compara es el país actual con el de 1910. Pero la conclusión es muy diferente si lo que coteja es el lugar que el país ocupa en el mundo. En el Centenario la Argentina era una de las diez mayores economías del mundo, sus habitantes disfrutaban del sexto ingreso per cápita más elevado, que duplicaba al de los españoles e italianos. Hoy ocupa el puesto 22 en tamaño, su Producto Bruto per cápita el lugar 53, y en el ranking de Desarrollo Humano aparece en el puesto 49." (Veintitrés)
A este tipo de huevadas le contestó hace ya algunos años Mario Rapoport, director del Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social de la UBA, investigador superior del CONICET y destacado miembro del Grupo Fénix:
"La mayoría de los especialistas en el tema toman como válidas, para analizar el crecimiento económico local y comparar el desempeño favorable del modelo agroexportador argentino respecto de otros países en la misma época y al propio período de industrialización posterior, las cifras de Angus Maddison. Este autor publicó un libro (La economía mundial 1820-1992), sobre el crecimiento económico histórico-comparado de más de 50 países por encargo de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). Así, según sus datos, la Argentina estuvo, por ejemplo, en 1870, en el 18º lugar por su renta per cápita entre los países del mundo, duplicando esa cifra en 1900, cuando se ubicó en el 13º lugar, y volviendo a aumentarla significativamente en 1929, al pasar 11º, para caer luego, en forma abrupta, en 1950, al 17º.(...) Estas estimaciones, que llevaron a afirmar a algunos que la Argentina fue alguna vez, durante el auge agroexportador, una potencia económica mundial, debe ser, sin embargo, evaluadas críticamente por diversas razones".
Y detalla, "en primer término, el PBI sin otros indicadores, como los de distribución de ingresos, no refleja la verdadera situación de cada país sino, en especial para el mundo periférico, la de sus sectores más pudientes. Por ejemplo, en 1950, las cifras de Maddison ubican a Qatar, un pequeño estado petrolero, y con sólo un puñado de familias beneficiándose de sus riquezas, en el primer lugar en su renta per cápita, lo que indica la escasa eficacia explicativa de ese indicador".
"En segunda instancia, las series de Maddison no son confiables metodológicamente. No puede olvidarse que el PBI de la Argentina (...) se empezó a calcular en la década de 1940 (...). En 1939 la Revista de Economía Argentina publicó series de datos no oficiales, pero sólo a fines de 1944 el Ministerio de Hacienda de la Nación dio a conocer una estimación del año 1941. Sin embargo, la primera publicación conteniendo datos oficiales, y que incorpora una explicación de la metodología utilizada, es, en 1955, la del Ministerio de Asuntos Económicos del Poder Ejecutivo Nacional: Producto e Ingreso de la República Argentina en el período 1935-1954. (...) Como aclara el propio Maddison, las cifras para la Argentina correspondientes al período 1900-1913 son estimaciones retrospectivas y sobre la base de datos oficiales posteriores de las décadas del 30 y del 40, con las reservas que merecen este tipo de cálculos."
Rapoport señala la relación entre el crecimiento del producto a largo plazo y cierto equilibrio superavitario de la balanza comercial; equilibrio que puede ser dibujado a través del ingreso de capitales o directamente a través de la toma de deuda en el exterior, acciones, ambas que "dejan una carga de servicios y utilidades" que deben ser asumidas por la economía del país receptor.
"Eso es precisamente lo que le ocurre a la Argentina de aquella época: dos períodos de excepción para endeudarse y atraer inversiones, como 1880-1990 y 1903-1912 permiten elevar en forma inusual la tasa de crecimiento interna, pero a costa de generar condiciones para el estallido de crisis y una situación delicada en etapas posteriores. (...) Con una economía escasamente diversificada, sin un sector industrial importante ni un mercado interno basado en una distribución más equitativa de ingresos, el modelo agroexportador estaba ligado, sobre todo, a la suerte del esquema de división internacional del trabajo existente, que iba a entrar pronto, con la Primera Guerra Mundial, en una profunda declinación. (...) El mito de la Argentina agroexportadora como potencia económica resulta así otra zoncera argentina, que se suma a las muchas que definió, tan agudamente, el recordado Arturo Jauretche". (El viraje del siglo XXI. Editorial Norma. 2006)
Rapoport señala la relación entre el crecimiento del producto a largo plazo y cierto equilibrio superavitario de la balanza comercial; equilibrio que puede ser dibujado a través del ingreso de capitales o directamente a través de la toma de deuda en el exterior, acciones, ambas que "dejan una carga de servicios y utilidades" que deben ser asumidas por la economía del país receptor.
"Eso es precisamente lo que le ocurre a la Argentina de aquella época: dos períodos de excepción para endeudarse y atraer inversiones, como 1880-1990 y 1903-1912 permiten elevar en forma inusual la tasa de crecimiento interna, pero a costa de generar condiciones para el estallido de crisis y una situación delicada en etapas posteriores. (...) Con una economía escasamente diversificada, sin un sector industrial importante ni un mercado interno basado en una distribución más equitativa de ingresos, el modelo agroexportador estaba ligado, sobre todo, a la suerte del esquema de división internacional del trabajo existente, que iba a entrar pronto, con la Primera Guerra Mundial, en una profunda declinación. (...) El mito de la Argentina agroexportadora como potencia económica resulta así otra zoncera argentina, que se suma a las muchas que definió, tan agudamente, el recordado Arturo Jauretche". (El viraje del siglo XXI. Editorial Norma. 2006)
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