jueves, 3 de octubre de 2013

Pasteras, Uruguay y la relación bilateral





Si nos dejamos llevar por las informaciones que aparecen en la prensa argentina, la decisión del gobierno del Frente Amplio uruguayo respecto a la empresa UPM (ex Botnia) no nos deja más espacio que para la indignación.

A primera vista pareciera que Uruguay nos está mojando la oreja con este tema, tomando decisiones unilaterales con un recurso vital compartido entre los dos países.

Esta actitud prepotente -que parece nacida de un complejo de inferioridad, para con un país, la Argentina, que se asume amistoso y generoso con la nación vecina a partir de reconocer vínculos de hermanamiento muy profundos, en lo cultural e históricos- se percibe como una ofensa hacia el conjunto de una sociedad que se vanagloria de acoger a los inmigrantes uruguayos como si fueran connacionales.

Y más incomprensible resulta la actitud del Frente Amplio que ya desde la época de Tabaré Vázquez respondió a ciertos guiños amistosos del kirchnerismo con desplantes que hasta llegaron a la amenaza de establecer una alianza con los Estados Unidos, en contra de las esperanzas de alcanzar una autonomía regional respecto a potencias extranjeras.

Que hoy una empresa europea, como afirmara el canciller Timerman, determine la relación entre los dos países, es en sí muy preocupante.

Antes de seguir avanzando, debemos reconocer que nuestra mirada es un tanto tuerta, no sólo por argentina, sino porque no tenemos acceso a información de primera mano, y nos debemos basar en nuestra propia experiencia y en lo que surge de los medios de comunicación.

Más o menos así es como se ve a las apuradas la cosa desde este lado del charco, que esperemos no se transforme en un lodazal.

La única voz pública, más o menos afín, que encontramos desde el otro lado es la del fiscal uruguayo Enrique Viana quien dijo que su país está "condicionado" por el acuerdo celebrado con la empresa papelera UPM, presentando una intimación judicial para que el gobierno de José Mujica informe detalles del contrato.

Viana afirmó que "están pesando en esta situación los compromisos internacionales que son los tratados y contratos de inversión, que suponen condicionamientos de la voluntad soberana de los Estados, que quedan a merced de las imposiciones, de los privilegios y las prebendas que estas grandes empresas, estas grandes corporaciones obtienen en esos negociados", describiendo la situación como "un regreso al feudalismo".

La dificultosa relación, no ya entre uruguayos y argentinos, sino entre fuerzas políticas que se suponen afines en los grandes trazos ideológicos, no es nueva. Compañeros de la militancia revolucionaria peronista supieron señalar ciertas dificultades ideológicas con los Tupamaros, de donde proviene Mujica, para que entendieran la esencia revolucionaria del principal movimiento social y político argentino. Así que ni imaginarse con el socialismo de Tabaré, que encima parece ser el próximo candidato del FA.

La relación con Uruguay es históricamente compleja ya desde las luchas por la independencia y no debemos cargarle todo a los orientales. Bastante la comenzaron a joder los gobernantes porteños que casi entregan ese territorio al imperio del Brasil y finalmente se entregaron a los deseos políticos y comerciales británicos de crear un país aparte.

Uruguay es un estado pequeño y sumamente primarizado que tiene el justo deseo de prosperar en medio dos pesos pesados como son Brasil y Argentina. La derecha uruguaya soñó con hacer del paisito un paraíso financiero y la izquierda con desarrollar alguna actividad industrial que multiplique el empleo. Y la verdad, que más allá del caso Botnia, nosotros no se la hemos hecho fácil. Recordemos las disputas por las bicicletas y las cubiertas recauchutadas, como ejemplos que nos vienen inmediatamente a la memoria. Situaciones para los argentinos tal vez no tan significativas pero importantes para los uruguayos.

No cabe duda que el liderazgo regional, tanto si pensamos a nivel sudamericano como aún más si lo vemos a nivel Mercosur, está en manos de los brasileros, pero esa responsabilidad de ejercer liderazgo y conducción el país verde amarelo no la ha sabido manejar. Tan sólo ver como se resolvió el tema del senador escapado de Bolivia, con ayuda de la embajada, para pensar que lo de líder se da por el peso de los números, pero lo de conducción está más verde que amarelo.

Es esperable entonces que países con mayor peso específico como Brasil y Argentina deban ejercer un liderazgo compartido, pero sobre la base de cierto nivel de solidaridad y colaboración, y no por la tentación de ser el zapato que aplasta a la hormiga.

La relación estrecha de Argentina con Uruguay es por muchos motivos necesaria, pero uno de los fundamentales es el de plantearse una política estratégica común respecto a Brasil. No podemos darnos el lujo de entregar al Uruguay en brazos del gigante sudamericano y mucho menos de los EEUU.

Ojo al piojo, cuando hablamos en estos términos no estamos pensando en confrontaciones regionales. Estamos pensando en balances estratégicos para definir políticas regionales en un marco de equilibrio, que por geografía y economía parte de un desbalance brutal.

Argentina necesita de Uruguay, y Uruguay necesita de Argentina. Nuestro país debería desarrollar un acuerdo estratégico con los vecinos, en donde encontremos caminos para ayudarlos en su desarrollo y en el mientras tanto flexibilizar algunas políticas que no perjudiquen seriamente nuestra propia vía de crecimiento.

Y aquí no nos estamos refiriendo al caso Botnia, que se está transformando en un serio problema. Más cuando vemos que el gobierno de la izquierda uruguaya se mostró incapaz de posponer la decisión de permitir aumentar la producción para después de las elecciones de octubre en Argentina, conociendo del impacto que ello causaría en nuestro país.

No sabemos cómo se resolverá el tema Botnia, pero si sabemos que la incapacidad de resolver estos problemas en casa muestra nuestra debilidad ante las corporaciones y demás poderes globales.

Es necesario que Argentina se proponga una política de alianza estratégica con la República Oriental del Uruguay, una política de interés mutuo, de colaboración en los distintos campos, que vaya construyendo una estrategia común hacia el futuro, de manera que el país vecino no sienta que Argentina es una amenaza, o cuanto menos un obstáculo, a su realización.

De allí en más podremos volver a soñar con la vieja y frustrada integración territorial, sin que sea sospechada de anexión. Es un desafío para las dos partes. Pero estamos convencidos que en ello la Argentina tiene una mayor responsabilidad.
 



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