martes, 24 de marzo de 2009

A 33 años: La otra cara de la Dictadura


Mucho se ha hablado en estos años (aunque nunca será suficiente) sobre el Terrorismo de Estado y la violación sistemática a los Derechos Humanos practicada en la Argentina durante la última dictadura militar. La realidad de hacer justicia respecto a esos hechos está avanzando, aún a pesar de la actitud de cierto sector de la Justicia.

Pocos son en verdad (aunque a algunos se los ha visto en las movilizaciones “del campo”) los que se animan a justificar, y menos reivindicar, esas atrocidades, que recordamos incluyó el robo de niños (pocos hechos comparables deben haber en la moderna historia universal) y la Guerra de Malvinas. Pero sí hay algunos más que creen recordar años de seguridad, alegría económica y ética en el manejo de las finanzas públicas.

Va a ellos este rápido recordatorio, a 33 años de la supresión de las instituciones republicanas y las garantías constitucionales, sobre lo que en el terreno económico y de la ética pública nos legó la dictadura, más allá de las cabareteras de la entonces televisión oficial, devenidas ahora en opinólogas de la realidad social.

La política económica de la dictadura, a través de su ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz (representante de la Sociedad Rural Argentina pero también del pujante lobby financiero), se propuso acabar con la experiencia de creciente industrialización del país, para terminar con esa masa obrera organizada, fermento de cuestionadores hacia los patrones de la gran estancia Argentina. Fue el puntapié inicial al modelo rentístico-financiero que sobrevivió hasta el año 2001 y que hoy importantes sectores de la oposición reclaman volver a implantar.

Daba lo mismo fabricar caramelos que producir acero, se dijo. Y entonces se pasó a desregular la economía y abrirse a la importación masiva de productos. Favorecer los viajes al extranjero con dólares que se tomaban prestados (haciendo endeudar ficticiamente a la mayor parte de las empresas públicas) y también a la llamada “patria financiera” apoyada por los cada vez más influyentes FMI y Banco Mundial.

“Las medidas de política económica (…) implementadas durante el período fueron el congelamiento de los salarios, la liberación de los controles de precios y la devaluación del peso. Poco después se produjo la desregulación de la inversión extranjera y, con el objetivo de desmantelar el aparato industrial, se procedió a unificar el tipo de cambio, a eliminar las regulaciones y subsidios a las exportaciones, y a reducir los aranceles a la importación, provocando una reducción promedio superior al 40% en el nivel de protección. (…) La reforma financiera, llevada adelante en 1977, fue un elemento central del nuevo plan económico. (…) Dio lugar a actividades especulativas altamente lucrativas, cuya contrapartida era el desfinanciamiento de los sectores productivos, la caída de la inversión privada de largo plazo y, en el marco de la creciente apertura comercial, condiciones financieras altamente desfavorables para ramas de bienes transables locales. (…) Las exportaciones argentinas, que durante la última etapa del modelo de sustitución de importaciones había comenzado un lento pero sostenido proceso de diversificación, se reprimarizaron de acuerdo con el viejo esquema de ventajas comparativas ricardiano. (…) Otro aspecto importante de la política económica (…) fue el aumento desmedido de la deuda externa, que pasó de 8 mil millones de dólares en 1976 a 45 mil millones en 1983. (…) Gran parte de la deuda, como lo demostró el fallo del juez Ballesteros en julio de 2000, era ilegítima, producto de maniobras especulativas, y muchos grandes deudores privados se beneficiaron con un seguro de cambio establecido por el Banco Central [Domingo Cavallo] hacia el fin de la dictadura, haciendo responsable de la misma al Estado nacional.” (Mario Rapoport)

Esto pudo llevarse adelante mediante dos prácticas deleznables: represión social y corrupción.

Para los que aún creen que los militares de entonces eran éticamente superiores a la dirigencia política de nuestro presente democrático, vale recordarles los latrocinios llevados a cabo con los fondos del Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78) y el Fondo Patriótico de las Malvinas. Aún recuerdo al cura de mi colegio mandando a quemar las cartas para los colimbas en guerra y llevándose en su auto las donaciones de distraídos patriotas.

Nos dejaremos arrastrar nuevamente por los cantos de sirenas?

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