A la sombra de esa expansión del mercado interno y el correlativo desarrollo industrial surge una nueva promoción de ricos, distinta a la de los propietarios de la tierra que venía de las clases medias, y aún del rango de los trabajadores manuales, y se complementaba con una inmigración reciente de individuos con aptitud técnica para el capitalismo. Pero esta burguesía recorrió el mismo camino que los propietarios de la tierra, pero con minúscula. Bajo la presión de una superestructura cultural que sólo da satisfacciones complementarias del éxito social según los cánones de la vieja clase, buscó ávidamente la figuración, el prestigio y el buen tono. (…) Eso la hizo incapaz de elaborar su propio ideario en correspondencia con la transformación que se operaba en el país, hasta el punto que los trabajadores tuvieron más clara conciencia del papel que les tocaba jugar a esa clase. (…) Si este grupo social estuviera aislado no tendría importancia y hasta podríamos agradecerle la diversión que nos proporciona su espectáculo; pero lo grave es que ejerce magisterio y se extiende hasta ir absorbiendo la nueva burguesía y parte de la clase media con sus pautas de imitación, con su calcomanía de una supuesta aristocracia, y esto perjudica al país en el momento que reclama una urgente transformación que debe contar con el empuje creador de la clase hija de esa transformación, en riesgo de cometer el mismo error de la burguesía del 80, confundiendo esta vez el oro fix de sus mentores porteños con el oro viejo de los que guiaron a aquellos.
Arturo Jauretche
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