Leemos a Ricardo Forster: "De vez en cuando resulta estimulante mirarnos en el espejo de otras sociedades, abrir nuestra perspectiva y nuestra realidad en juego con lo que ocurre en otras partes del mundo, incluso en aquellos países tomados como modelos a imitar. Nunca resulta vano ni ocioso indagar otras circunstancias, penetrar en las vicisitudes de sociedades que parecen estar muy distantes de la nuestra y que han seguido otros derroteros en las últimas décadas. Desde siempre los argentinos solemos regocijarnos en cierta actitud masoquista al describirnos en comparación precisamente con esos países tomados como ejemplos a imitar y que nos recuerdan, con sus éxitos, todas nuestras derrotas y desgracias".
Sin lugar a dudas, esta actitud es el resultado de una hegemonía política y cultural, ya que históricamente nuestras élites han despreciado lo popular por bárbaro, alentando a asumir los modelos que nos vendian, y caros, las potencias extranjeras. Hasta no hace mucho nos ofrecían la España del Pacto de la Moncloa, ninguneando uno de nuestros principales logros como sociedad que fue la judicialización de las violaciones a los derechos humanos por parte de los responsables de la última dictadura militar, cosa que el dichoso Pacto de la Moncloa vetó.
Pero si hasta recién, nomás, nos vendían a Irlanda como "el" modelo, en contraposición al proyecto nacional que se viene desarrollando desde el 2003, que implica, entre otras cosas, la recuperación de la dignidad como pueblo.
Así, hoy leemos en La Nación. "Según las estimaciones del Instituto de Investigación Económica y Social de Dublín, unas 100.000 personas abandonarán Irlanda entre este año y el próximo. Muchos con destino a Australia, Canadá, el Reino Unido y Estados Unidos. (...) El revés de fortuna no puede ser más espectacular. Hasta hace dos años, Irlanda era el "Tigre celta", que había logrado sacarse de encima los harapos de mendigo para vestir el frac de milagro económico de la Unión Europea. Su modelo de crecimiento sobre la base del área de servicios era el modelo de referencia para todo país en busca de un rápido desarrollo. Pero la crisis financiera global dejó al desnudo su gran debilidad: la descontrolada especulación en los sectores inmobiliario y bancario. Irlanda pasó a ser entonces el país de los negocios que cierran, de las obras de construcción a medio acabar. Para los mayores de 40 años, todo es un volver a vivir. Hasta mediados de los años 90, la principal exportación de Irlanda era su propia gente. La década del 80 fue particularmente dura, y muchos jóvenes abandonaron el país. "La gran diferencia es que entonces eso era lo normal y ahora no lo es. Los jóvenes de hoy fueron criados bajo la idea de que la emigración era algo del pasado. La crisis les cayó como un balde de agua fría. Hasta hace poco, para ellos, ser exitoso consistía en gastar dinero. Ahora el éxito pasa por sobrevivir", dijo Neil Byrne, dueño, junto con su hermano, de un bar sobre el Atlántico".
Ahora, en plena crisis, los vendedores de humo nada dicen sobre los modelos a seguir y salen a cacarear con lo del 82% móvil.
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