En la Argentina, el fenómeno Miami-adicto está circunscripto a un grupo social reducido, si bien sus esquirlas, aunque dispersas, están presentes en el sentido común hegemónico. Hay un sentimiento lógico bastante generalizado de rechazo a esa actitud despreciativa de lo propio, cuyo destino no es la superación, sino la derrota. Una derrota de la identidad y la cultura –que no está planteada en las relaciones diplomáticas, sino en las culturales–, que expresa la aceptación de una actitud subordinada para vivir de las migajas de la prosperidad que se envidia, renunciando ex profeso a esforzarse para lograr la prosperidad de la comunidad a la que se pertenece.
Desde La Bengala... creemos que el problema del colonizado es aún peor. No sólo desprecia lo propio (cultura, identidad...), sino que fundamentalmente desprecia a la mayoría de sus compatriotas, es decir a la mayoría de los argentinos. De allí que pueda bancar en silencio el genocidio de la dictadura o pedir a los gritos balas para los villeros. Y si son pibes villeritos, más balas.
Hace algunos años, hablabámos con un ya retirado juez francés que cumplió funciones en los territorios de ultramar. Es decir, las colonias. Y hablando de cuestiones relacionadas con el delito común, nos contaba que en la douce france la policía colaboraba con los buenos vecinos que disparaban contra supuestos delincuentes que si caían fuera del ámbito de la propiedad eran colocados dentro para poder ampararse en la normativa que defiende la propiedad privada. "Pero claro", reflexionó por entonces, "allá son árabes, argelinos, pero aquí son argentinos..." se quedó pensativo y nosotros también.
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