sábado, 7 de septiembre de 2013

Colombia: las consecuencias de los acuerdos de libre comercio

Recomendamos la lectura del artículo de Sandra Russo en Página /12

(...) En la Argentina, el ALCA tuvo un freno rotundo en 2005, en Mar del Plata. De eso se habló bastante, pero lo que nunca se dice es qué hubiera pasado sin ese freno que sólo pudo ponerse con la voluntad política multiplicada entre Kirchner, Chávez y Lula. Es ahora una buena oportunidad para mirar a Colombia, que suscribió los “tratados” en 2012, y ver en qué consiste esa “libertad comercial” que, tal como se le dijo a Pachón, puede “corregirse” con los socios vecinos pero nunca con EE.UU. y la UE. Para llegar al TLC –la versión del ALCA que recoge la Alianza del Pacífico–, Colombia tuvo que preparar el terreno, subsumiendo su propia legislación nacional a las nuevas reglas que imponen los tratados.
La 9.70 no es una AM ni una FM, sino una resolución aparentemente menor, tomada en 2010 como condición de EE.UU. La adoptó el Instituto Colombiano de Agricultura (ICA) y, de acuerdo con ella, se judicializa y criminaliza a los campesinos que reserven una parte de su propia cosecha de semillas para el año siguiente. Así ha sido durante generaciones la práctica de cultivos rotativos. Los mejores sacos de semillas –de arroz, de papa, de café, de cebolla– garantizaban la siguiente cosecha y el puntapié de inversión de cada familia minifundista. Esa resolución, pese a que implicaba un corte económico y cultural más que drástico, no fue discutida más que con las patronales y las federaciones, pero los campesinos no la conocían. Para enterarse mejor de lo que implica el ALCA en la vida cotidiana de las poblaciones rurales latinoamericanas, puede verse un documental que ahora es furor en la web: se llama como la resolución, La 9.70, y lo dirigió Victoria Solano. (...)

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