(...) De modo menos claro y definido, otros actores enuncian las razones de su pretensión hegemónica. Entre todas ellas parecen ocupar un espacio las que discurren sobre la “naturaleza política” del kirchnerismo. Acaso porque de la “naturaleza” se desprenda la “herencia”. La discusión alienta las ortodoxias y las declaraciones de pureza; como la de quienes toman la palabra para defender la condición peronista del kirchnerismo como un escudo contra pretensiones supuesta o realmente ajenas a la tradición del movimiento creado por Perón. Desde la perspectiva de estos sectores, existe la intención de un sujeto perverso llamado “progresismo” de establecerse como continuidad del proceso abierto en 2003, por fuera y en contra del peronismo. No es, claro está, una discusión académica: mira permanentemente de reojo la marcha de la interna en la ciudad de Buenos Aires y la suerte de la lista de adhesión de Sabbatella en la provincia de Buenos Aires. Los defensores de la “pureza peronista” invocan en su auxilio los recuerdos de la experiencia del progresismo de los años noventa y, sobre todo, su desembocadura en la gestación de la Alianza y el ominoso final de la experiencia, simbolizado en el fugitivo helicóptero de De la Rúa. Como en todo relato, hay un recorte nada inocente del pasado; en este caso es el ocultamiento del entusiasmo con el que la maquinaria justicialista sostuvo el proceso de reestructuración neoliberal del país conducido por el nada “progresista” Carlos Menem. El neosectarismo pejotista favorece una realimentación de la desconfianza histórica que por el peronismo profesan sectores ubicados a la izquierda del tablero político. (...) Nadie puede negar al peronismo como referencia político-cultural principal de este proceso político. Pero ésta es una verdad importante y a la vez parcial. El kirchnerismo es una fuerza política con pretensiones hegemónicas en una época concreta de la historia argentina. La época que insinúa cerrar definitivamente el capítulo abierto por la dictadura militar y consumar el proceso de democratización iniciado en 1983. Es también la fuerza política de la época posterior al fracaso del neoliberalismo, a la crisis y a la amenaza de disolución de nuestra comunidad política. Por eso no es exclusivamente una continuación del peronismo, aunque lo sea por la historia y la inspiración de sus actores principales.
Cualquier compañero con carné del PJ está en condiciones de ser la cara del proyecto nacional en el mediano plazo? El debate está planteado.
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