No tenía la más remota idea de que existía una serie emitida por Canal 13 (Clarín, clarín...) que se llamaba El Puntero, tampoco que su guión bastardeaba la actividad política haciendo foco en las miserias que todo ámbito de la vida tiene, como el periodismo mismo. Ni mucho menos que el puntero, interpretado por el actor Luis Luque, aparecía con una remera del EterNéstor, tal como nos alertaron los compañero del MPB.
Una más de las miserias, ya que hablamos de ellas, a las que puede llegar un grupo económico en defensa de sus intereses económicos. Y si tienen secuestrada la identidad de dos personas, a qué no se van a atrever, no?
Hoy nos acerca su opinión la compañera Claudia Bernazza que aquí reproducimos:
Cuidado con El Puntero…Una guía de las razones para desconfiar
Cuando vi los avances de El Puntero, ya algo me olía mal. Pero mantuve viva la esperanza de que el programa sirviera para reencontrarnos con la actividad política, con sus fortalezas, sus debilidades, sus desafíos.
Tenía razones para confiar. La primera, los actores convocados, de primera línea y jugados por nuestro país. En múltiples ocasiones dieron a conocer sus opiniones sin seguir a la manada.
En segundo lugar, es una productora que suele ser muy cuidada en sus envíos. Uno puede tener muchas diferencias con sus directivos, pero nadie puede desconocer que en sus programas se investigan los temas y se los presenta con una estética realista que los hace verosímiles y cercanos.
Claro que además tenía razones para desconfiar. El canal que produce la miniserie, participante del grupo de medios hegemónico, tiene muchos problemas con las autoridades políticas de este país, y esto, que hasta ahora ha sido un conflicto desembozado, puede estar buscando canales más sutiles para expresarse. Frente al reconocimiento popular y los números de Cristina, frente al vuelco a la actividad política de una mayoría que hasta hace poco permanecía indiferente, hay que encontrar un argumento inteligente, pero además, hay que presentarlo muy bien.
Si uno recorre las escenas de esta miniserie, además de ver que los guionistas conocen poco del mundo que presentan. Nadie sale de sus casas flameando banderas, cantando a los gritos cualquier consigna, sosteniendo esta conducta durante todo un viaje hasta un punto de llegada. Nadie es tan simple y directo en sus conversaciones con el puntero, que en la realidad son mucho más humanas, inteligentes y pícaras. Ningún intendente mantiene diálogos tan básicos con sus colaboradores. Ningún adolescente es pura obsecuencia, ni puro fervor que sólo busca su paga.
El subsistema político se degradó a la par de todo el sistema económico y social. El golpe cívico militar de 1976 sirvió a los intereses de un modelo económico basado en la competencia feroz y la fragmentación social. A partir de entonces, se promovieron los proyectos individuales, el toma y daca, las relaciones clientelares y el consumismo en todos los estratos sociales y en todas las esferas… ¿cómo pretender que la política escapara de esta lógica?
Aquí viene entonces mi pregunta: ¿por qué, en este momento, en este año, en este tiempo de reencuentro con la política, se revisan con una lupa sus prácticas más reprochables sin revisar al mismo tiempo el conjunto de prácticas que alentó un modelo liberal a ultranza? Las empresas, los medios, los organismos internacionales, los negocios del deporte, por nombrar los casos más encumbrados, practican relaciones clientelares y degradadas con la misma frecuencia que los espacios políticos, aunque, claro, a su alrededor no suenan bombos ni silbatos y todo está más resguardado. Entre los pobres no cabe esa posibilidad.
Por supuesto que la esperanza es lo último que se pierde. En los actores, en los guionistas, en los aportes que los televidentes puedan hacer, queda la posibilidad de ir corrigiendo la historia. Correrse de los prejuicios, afinar los lápices y explicarnos todo lo que pasó en estos años.
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