El domingo pasado, al sacar a luz andanzas de Pepe Eliaschev, Horacio Verbitsky me trajo a la mente esta historia.
Al mismo tiempo yo escribía en Humor y en El Periodista (allí encontré a Verbitsky por primera vez), trabajos que siguen siendo parte de lo que me enorgullece de mi trayectoria reporteril. Era la época del Juicio a las Juntas. Por eso propuse, y me aceptaron, hacer una investigación para descular algo que me quitaba el sueño como ciudadano. La ley impedía que la TV mostrase imágenes del juicio, como ocurre en casi todas partes. (¿Alguna vez vieron los dibujos que se hacen en los juzgados de EE.UU.? Son un género artístico en sí mismo.) La intención de esta veda es que las imágenes, el sonido y su edición no influyan sesgadamente sobre la opinión pública. Pero la ley no prohíbe que se difundan los alegatos. Sin embargo, no se emitieron a pesar de su importancia histórica. ¿Por qué? Porque el gobierno se había encargado de que esas imágenes no llegasen a la TV.
Como yo sabía que las imágenes existían (las cámaras de ATC habían registrado todo el juicio), quise entender la trama política que había impulsado a Alfonsín a preservar ese documento de los ojos del gran público. La resultante de la investigación fue un artículo que salió en Humor y produjo una reacción inmediata. Dado que ATC estaba formalmente metida en el asunto por el uso de sus cámaras, la presión alcanzó en tiempo record a Mario Sábato. Que me convocó a su despacho, me dio alguna explicación que ya no recuerdo (debe haberme dicho algo así como: Vos sabés cómo son las cosas) y me echó de una.
Días después me llamaron amigos para decirme que Pepe Eliaschev estaba hablando pestes de mí en la radio. Imaginé que lo hacía para tomar distancia de mi incómoda persona y preservar su posición en ATC. Lo gracioso ocurrió entonces. A cuenta de alguna interna que seguramente excedía las consecuencias de mi osadía, pero no obstante la incluía, Mario Sábato fue desplazado de la dirección de ATC. ¿Y a qué dedicó Pepe su siguiente emisión radial? A incendiar al que hasta entonces solía llamar “Marito”, o en su defecto “mi amigo Mario”. La lógica detrás de los improperios, supuse, seguía siendo la misma: dejar en claro públicamente que Eliaschev no estaba “casado” con Mario Sábato y congraciarse con las nuevas autoridades del canal para que le permitiesen continuar con Cable a tierra. Ah, duro es el yugo del contrato renovable cada tres meses...
Y aquí llega el remate. Se me escapan también las internas del momento (aunque yo pertenezca al Sub 65, mi memoria tampoco es la de Funes) pero lo cierto es que Alfonsín repuso a Mario al frente de ATC. Y entonces a Eliaschev, que acababa de incendiar al “amigo Mario” en la plaza pública del éter, no le quedó otra que negociar la renovación de su contrato con la aun escaldada víctima. Hubiese pagado oro por estar en esa reunión. Supongo que Sábato lo habrá hecho sufrir, a no ser que la formación cristiana haya interferido con su noción de la justicia poética. Yo me di por satisfecho consignándolo en Humor.
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