Por Carlos Tomada *
Hay fechas que la fuerza de los hechos y el peso de la historia legitiman como emblemas. El 11 de marzo es una de ellas. No sólo por lo ocurrido en 1973, sino por la huella que dejaron estos casi 40 años posteriores. Este día es conmovedor para el peronismo, pero también lo es para todo el conjunto del movimiento nacional y popular.
La consagración en las urnas de Héctor Cámpora como presidente de la Nación reúne un conjunto de símbolos y analogías con este presente. No está de más repasar algunos casos o comparar aquel período histórico con el proceso que estamos viviendo los argentinos desde 2003. Las pautas programáticas del Frente Justicialista de Liberación (Frejuli) fueron durante mucho tiempo plataforma de coincidencia de la máxima expresión de las fuerzas políticas que se unían en la necesidad de enfrentar al enemigo –imperial, por cierto– que acechaba en aquella época.
Aquellas políticas públicas tienen puntos en común con el discurso que Néstor Kirchner pronunciara el 25 de mayo de hace ocho años. También con cada una de las intervenciones que Cristina Fernández de Kirchner realiza cada 1º de marzo en el Congreso de la Nación. Recordemos. El papel del Estado en la política económica de José Gelbard. El lugar de la educación. Las nuevas universidades en la gestión del doctor Taiana. Transformaciones concretas que hoy podrían ser equiparables con el lugar que el Estado ha recuperado en nuestra economía. O con los nuevos presupuestos que se han destinado a la educación. También con la creación del Ministerio de Ciencia y Técnica.
Para quienes vivimos esa época siempre estarán presentes las palabras memorables del general Carcagno en Caracas como antecedente inmediato del papel que se fijó para las Fuerzas Armadas en estos años. Ante la Policía Federal, en 1973, Esteban Righi pronunció un discurso que sin lugar a dudas tiene la misma orientación que por estos días la ministra Nilda Garré –antes de Defensa y hoy de Seguridad– le está dando a esta fuerza. Y hablando de discursos y evocaciones, Juan Carlos Puig, quien era ministro de Relaciones Exteriores, trazó en aquellos años toda una definición de nuestra política exterior en Lima que hoy podríamos marcar como inspiración de los destinos que rigen nuestra Cancillería.
Completar estas similitudes demandaría muchas líneas. En la idea de abreviar, se podría ejemplificar con la articulación que el general Perón diseñara a modo de alianza entre la CGT y la CGE como un camino que ilumina la voluntad de nuestro gobierno. O el excepcional papel que la Juventud Peronista jugara en el retorno de Perón el 17 de noviembre del ’72 y en la campaña electoral del verano del ’73. Referencias históricas elementales para quienes aún no entienden la nueva dinámica juvenil que se ha generado desde 2003 y que se hizo más visible en esos últimos meses.
Valorizar la historia y la política hace que sea indispensable no acordarse sólo de algunas cosas. Como pendiente quedaron en el debe los enfrentamientos en el interior del movimiento popular. Pero como si todos hubiésemos tomado debida nota de aquellos años, hoy conviven –en un mundo no exento de tensiones y diferencias– la CGT y los movimientos sociales, La Cámpora y la Juventud Sindical.
La muerte de Perón abortó aquel proceso para dar lugar a un franco retroceso que desembocaría en el golpe de Estado de 1976. Un golpe que nos marcó para siempre. Y que, como todo dolor, nos dejó un aprendizaje fundamental para no retroceder. Para no volver atrás.
La muerte de Néstor Kirchner, como toda tristeza, también nos dejó una enseñanza: una revalorización de la militancia. Un nuevo punto de partida amplio, popular y participativo donde los jóvenes han llegado otra vez para quedarse.
Aquel balcón de Oro y Santa Fe y el saludo de Héctor Cámpora, “el Tío”, son un recuerdo imborrable para nosotros. Para una memoria que se niega a olvidar a quienes ya no están, pero que con su ejemplo y sus banderas siguen presentes iluminando el futuro.
* Ministro de Trabajo, precandidato a jefe de Gobierno porteño.
Fuente: Página/12
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