viernes, 25 de octubre de 2013

Cuando la política de VERDAD y JUSTICIA no fue una pose y fue una REALIDAD



Queremos destacar el siguiente testimonio del juicio por los crimenes ocurridos en el campo de concentración cordobés de La Perla:

“Vos va a ser nuestro Caballo de Troya. Algún día vas a volver y nos vas a denunciar a todos”, le espetó, rabioso, el torturador Ernesto “Nabo” Barreiro al sobreviviente Piero Di Monte en septiembre de 1977, cuando el ciudadano ítalo-argentino y uno de los pocos que lograron salir con vida del campo de concentración de La Perla, se le escapaba irremediablemente de las manos.



Piero tenía doble ciudadanía y la embajada italiana no había cesado de pedir su liberación desde que la esposa del cautivo denunció su secuestro en junio de 1976. Paradojas de la historia: su papá había emigrado de “la Italia de posguerra” para que el hijo no tuviera que pasar por “los desastres de la violencia”. Piero Italo Argentino, lo nombró, esperanzado en que el pequeño no olvidara su tierra de nacimiento y amara la de adopción donde –ansiaba el progenitor– su hijo tendría una existencia más tranquila que él. “Pero no pudo ser”, suspiró Piero Di Monte ante el tribunal, en el comienzo del testimonio más largo de este juicio que ya lleva 89 audiencias y 163 testigos. Di Monte declaró por más de diez horas y su testimonio aún no concluyó: deberá continuarlo vía teleconferencia desde una ciudad del norte italiano, donde dirige “un centro industrial”.



“Eso fue importante para mi vida. Algunos (jerarcas) no querían tener problemas con Italia. Por eso a mí me habían sacado de La Perla y me habían llevado al Batallón 141. Me tenían haciendo tareas de reparación eléctrica. Además, a eso se sumaron las apetencias de (César) Anadón, un coronel que fue el segundo de Luciano Benjamín Menéndez, que aspiraba a ser agregado militar en algún país europeo y no quería quedar mal con los italianos. Barreiro estaba furioso por eso”, explicó Di Monte.



Más de 36 años después, el temor del represor se cumplió: su “presente griego” estuvo allí para acusarlo ante el Tribunal Oral Federal No1. Y con él a los otros 40 imputados que tienen al ex carapintada, a Luciano Benjamín Menéndez y a Héctor Pedro Vergez como los jefes de los asesinos y desaparecedores que actuaron en Córdoba.



“Barreiro nos podría dar una lección magistral en tortura”, afirmó Di Monte y, entre las decenas de crímenes de los que fue testigo hasta octubre de 1977 cuando lo liberaron, describió el instante feroz que lo lastimó con una profundidad de la que aún –admitió– no se repone: “Ya me habían torturado en la parrilla (el elástico de cama pelado que usaban para amarrar a las víctimas) y yo sabía, porque lo habíamos hablado mucho y habíamos leído el libro de Julius Fucik, Reportaje al pie del patíbulo, que si caíamos había que aguantar al menos unas 12, 15 horas para que los compañeros tuvieran chances de escapar. Miren, era espantoso... Estaban todos arriba mío como en una danza macabra. Yo los vi enloquecidos como demonios. Y de pronto, alguien dice bueno ‘basta, basta, el corazón’. Y otro te controla el corazón, y después continúan... Cuando paran de torturarme, porque yo gritaba muchísimo, vi que trajeron a mi mujer. ¡A mi mujer que estaba embarazada de cinco meses! –se horroriza todavía–. Yo les había rogado que a ella no. Pero de pronto la trajeron a la sala de tortura con su pantaloncito celeste, su pancita y la acostaron cerca. Fue entonces cuando lo vi a Barreiro con la picana en las manos. Iba hacia ella. Mientras me seguían torturando vi que la circundaban. Y ahí no pude soportar... y grité ¡basta, basta! Y me llevaron a una oficina. Ya habían pasado las 12 horas”.

(...)

Ernesto “Nabo” Barreiro es uno de los pocos que todavía no tienen condena. Fue extraditado de los Estados Unidos en 2007 cuando las autoridades argentinas reclamaron su deportación y los agentes de migraciones norteamericanos lo encontraron en The Plains, un pueblo a 80 kilómetros al oeste de Washington, en el que se había asentado desde 2004 junto a su mujer cuando llegaron huyendo del primer pedido de captura en la Argentina.


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