Corría el jueves 15 de mayo de 2003 y recién Menem había renunciado a ir a la segunda vuelta. Néstor afirmaba: “El retiro de la fórmula es funcional a los intereses de sectores económicos que se beneficiaron con privilegios inadmisibles en la década pasada, al amparo de un modelo de especulación financiera y subordinación política, a esos mismos intereses que cooptaron el Estado y compraron la política, corrompieron a los dirigentes y arruinaron a los ciudadanos”.
Fue entonces que José Claudio Escribano, integrante del directorio del diario La Nación disparaba: "El Consejo para las Américas estaba reunido en Washington cuando el lunes 28 se hacían los últimos cómputos provisionales de las elecciones. Es un cuerpo que congrega a cuantos tienen en los Estados Unidos una opinión de peso que elaborar, tanto en el campo político como empresarial, sobre los temas continentales. Desde Colin Powell a David Rockefeller.
¿Qué pudieron esos hombres haberse dicho sobre la Argentina, después de conocer los resultados del escrutinio y, sobre todo, los ecos de la infortunada noche de Menem en el hotel Presidente?
Primero, se dijeron que Kirchner sería el próximo presidente. Segundo, que los argentinos habían resuelto darse un gobierno débil.
Podríamos pasar por alto una tercera conclusión, porque las fuentes consultadas en los Estados Unidos por quien esto escribe difieren de si se trata de la opinión personal de uno de los asistentes o de un juicio suficientemente compartido por el resto. Sin embargo, la situación es tal que vale la pena registrarla: la Argentina ha resuelto darse gobierno por un año".
Ese mismo día otro artículo de La Nación afirmaba: "Empezó con el pie izquierdo". Y allí comenzaban con la campaña los vecinos lo hacen mejor.
"Desde un banco de inversión en Wall Street, un analista de mercados emergentes que acababa de leer en los despachos de las agencias noticiosas las palabras de Kirchner saltó en su asiento: "¿Pero este señor no aprendió nada después de haber hablado con Lula y con Lagos?".
En los Estados Unidos -contó, para marcar el contraste-, todas las acciones y palabras del presidente de Brasil son seguidas con sorprendida admiración. "Supo leer muy bien los signos de los tiempos y, sobre todo, supo que una cosa era ser dirigente gremial y otra, muy distinta, presidente de una de las diez mayores potencias industriales del mundo."
(...)
"A los hombres que se manejan con números, las cuentas de la gobernabilidad, así, todavía no les cierran. Y se preguntan en qué momento Kirchner se bajará de la tribuna para empezar a entenderse con el establishment", abundaba el diario militante que asumió ser la primera punta de lanza de ese mismo establishment contra un gobierno que aún no había asumido.
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