Leemos el siguiente artículo de Andrés Asiain, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA
El buen desempeño de la economía argentina en los últimos años constituye un importante capital político del oficialismo. Frente a ese panorama, los principales candidatos de la oposición aseguran que mantendrán lo central del modelo vigente, pero solucionando algunos problemas económicos que la presente administración no ha logrado resolver. El más mencionado, sin lugar a dudas, es la inflación.
Distintas recetas se plantean para ello, pero todas ellas confluyen en moderar el crecimiento de la demanda como elemento central. Desde su perspectiva, los aumentos de precios que se registran en la economía argentina se deben a que la demanda está siendo sobreestimulada por la combinación de un fuerte incremento de la demanda externa, del consumo privado y del gasto público. De los tres elementos mencionados, por razones políticas más que técnicas, concentran su preocupación en el gasto público. Es que de esa manera, es el Gobierno con su política de gasto el responsable de sobre expandir la demanda y, de esa manera, es también el responsable de la inflación.
Sin embargo, el responsable de los aumentos de precios no es el oficialismo. Recientemente, publique los resultados de una extensa investigación sobre las causas de la inflación argentina en el Observatorio de la Economía Latinoamericana, dependiente de la Universidad de Málaga, España. La publicación se titula: “La Responsabilidad de la Inflación en Argentina es de Julio Cobos”, y paso a explicar por qué ello es así. Si se observa la evolución de los precios de los diferentes bienes y servicios es fácil notar que, a lo largo del período en que se acelera la inflación, los items que más aumentan son los alimentos. Y no hay que indagar demasiado para hallar las causas del encarecimiento de la comida. Desde mediados del 2006, el precio internacional de las materias primas y, por su intermedio, el de los alimentos, se ha incrementado violentamente. Y sus repercusiones han sido, también, violentas. En México se desató una revuelta popular que se conoció como la “rebelión de la tortilla”, por haberse desatado al aumentar de precio la tortilla cuya base es el maíz que importaban de Estados Unidos a precios internacionales.
Si bien nuestro país produce alimentos para cerca de 400 millones de personas y los exporta a un gran número de países, el impacto local del alza del precio de las materias primas es similar al que se produce en los países importadores de alimentos. La mayor cotización internacional de la soja, el maíz y el trigo, genera mayores ganancias por su exportación de manera que también incrementa el precio que debe pagar el comprador local que compite con el consumidor extranjero. Además, la mayor rentabilidad de la producción de soja se traslada al valor de la tierra y el coste de arrendarla. El valor de la hectárea pasó de 6000 a 15.000 dólares en la zona núcleo en los últimos cinco años. Y así se reduce o se desplaza a tierras marginales la ganadería y otras producciones menos rentables que la soja, con el consiguiente incremento en el precio de la carne, las frutas o las verduras.
La actual administración intentó contener este proceso mediante la aplicación de las retenciones móviles, que ajustaban el nivel de las retenciones a la exportación absorbiendo el aumento del precio internacional de las materias primas. De esta manera se moderaba el incremento de la rentabilidad de la exportación de granos y el consiguiente incremento en el precio interno de los alimentos. Pero esta medida generó la protesta de empresarios agropecuarios fuertemente publicitada por los medios de comunicación enfrentados al Gobierno. Fue ese escenario mediático el que utilizó el vicepresidente Julio Cobos para promocionarse como político opositor al pronunciar su voto “no positivo”. Las consecuencias de aquella conducta oportunista fue el incremento del precio interno de los alimentos, que exacerbó las pujas sectoriales por la distribución del ingreso e hizo ingresar a la economía argentina en una etapa de inflación de dos dígitos que perdura hasta el presente.
Frente a este panorama, varios candidatos de la oposición proponen reducir las retenciones y devaluar el peso. ¿Qué puede esperarse si se aplica dicho plan? En la mencionada investigación he simulado cuál sería el impacto de la aplicación de tales medidas, y el resultado previsible es: un fuerte salto inflacionario de dramáticas consecuencias económicas y sociales.
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