viernes, 22 de abril de 2011

Desafío: Fortalecer el cooperativismo rural

En mis rutinarias salidas al campo bonaerense, en la segunda mitad de los 90, cual hombre urbícola que trae brillantes ideas, siempre caía en la misma pregunta ante el reiterado relato de las desgracias del momento. “Por qué no asociarse en cooperativas, para zafar de los intermediarios y ganar escala?”. Vade retro Satanás! Malas experiencias (estafas reñidas con el espíritu cooperativo, incluidas), individualismo, falta de experiencia para el emprendimiento colectivo, entre otras, fueron las razones que se manifestaban para rechazar la propuesta del emprendimiento cooperativo, un concepto que por momentos me parecía que era tomado como una mala palabra, a pesar de haber existido una gran experiencia desde principios del siglo XX.

Eran, claro, los muy neoliberales 90, cuando desde la Secretaría  de Agricultura conducida por Felipe Solá se apoyaba más que al cooperativismo a la construcción de empresarios a través de los Grupos de Cambio Rural.

“Queremos un campo para muchos, donde los pequeños y medianos productores puedan asociarse. Queremos introducir nuevamente el cooperativismo como una de las armas más formidables para lograr precisamente que los más chicos participen de la rentabilidad del campo”, dijo Cristina el pasado miércoles en el Luna Park.

Hoy señala Página/12 que: “En 1946 había en el país 486 cooperativas agrícolas, con algo más de 84 mil productores asociados. Durante los dos gobiernos de Juan Domingo Perón, el último interrumpido en 1955, se crearon más de 500 cooperativas (se llegó a un total de 1002), con 225 mil asociados. Sin embargo, tras el proceso de apertura del neoliberalismo, que se inició a mediados de la década de 1970, y con el avance de la tecnología, que amplió las fronteras agrícolas, muchas cooperativas empezaron a fusionarse y a concentrarse”.

El impacto de las políticas concentradoras en la industria láctea cooperativa se visualiza fácilmente en la segunda parte de la década de 1980, donde se ve la fusión de hasta cinco cooperativas en una”, especificó el documento de la Canpo. Según datos de la Subsecretaría de Agricultura Familiar, de las 1032 cooperativas existentes, sólo 512 tienen una fuerte participación económica. Pero la concentración es aún más fuerte: el 20 por ciento de las cooperativas que tienen los mayores ingresos representan el 98 por ciento de toda la actividad económica del sistema cooperativo. Dentro de este selecto grupo se encuentran Agricultores Federados, vinculada con la Federación Agraria, y ACA, emparentada con Coninagro”.

Hace algunos pocos años, di con un trabajo del investigador Carlos Makler, “Una aproximación cuantitativa al estudio de la representatividad del gremialismo y del cooperativismo agropecuarios en la Argentina (1937-2002)”, en el que se destaca el importante retroceso sufrido por el cooperativismo en el área pampeana. Si bien desde 1937 dicha forma asociativa era predominante en esta región (86% de los asociados a cooperativas agropecuarias vivían en la zona pampeana en 1937 y para 1965 los datos de una encuesta encargada por la empresa Fiat señalaban que el 63% de los consultados de la región pampeana estaban afiliados a cooperativas, contra un 24% a la FAA y un 7% a la SRA), para el año 2002 el Censo Agropecuario indicaba una drástica caída en todas las provincias pampeanas tanto en términos absolutos como relativos (30 puntos). Además, de la investigación de Makler se desprende que sólo una fracción minoritaria de lo producido por los socios era comercializado a través de la cooperativa, existiendo un marcado desvío hacia el circuito comercial privado: “es posible concluir constatando la existencia de cierta debilidad del movimiento cooperativo, que en ninguna provincia pampeana alcanzaba a comercializar efectivamente siquiera la producción del 50% de sus asociados”. Y agrega, “por el lado de los productores asociados, las deudas contraídas con los acopiadores y los almaceneros de campaña, que adelantaban mercancías diversas a pagar con parte de la futura cosecha; así como la propia dinámica de las cooperativas, que liquidaban el pago de la producción recibida hasta tanto no sea vendida, fijando plazos diferidos de pagos a los que no todos los productores estaban en condiciones de hacer frente por su ajustada situación económica. Estos factores, entre otros, atentaban contra la continuidad en el tiempo de una acción cooperativa consecuente y ajustada a sus principios doctrinarios”.

Volviendo al artículo de Página/12: “De las conclusiones de este documento se desprende la necesidad de crear nuevos instrumentos que permitan un mayor desarrollo del movimiento cooperativo. Dentro de los ejes planteados se menciona la urgencia de generar un amplio sistema de financiamiento, con un eje en la promoción de las cajas de crédito rurales. También se habla de perfeccionar el sistema de comercialización, con un fuerte fomento de las exportaciones, sobre todo en el área de la frutihorticultura. Frente a estos planteos, el Gobierno está elaborando una línea de créditos a tasa subsidiada para las cooperativas”.

Sigo creyendo en la fantástica herramienta que es el cooperativismo, pero habrá que tener en cuenta la realidad social, pasada y presente, sobre la que se pretende trabajar el proyecto. Importantes lecciones ha sacado de esto la experiencia política venezolana.

2 comentarios:

  1. Una de las respuestas que encontré yo acá en mi pueblo a esa pregunta que ese hace al comienzo compañero, es esto de, "para qué, es el negocio de ellos".

    Los 90s desbastaron bastantes conciencias.

    Abarzo

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  2. Tenemos aún mucho camino para recorrer compañero...

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