La edición de ayer de Clarín publicó, casi como si fuera un escándalo: “El gasto público nacional escaló al récord de 146.000 millones de dólares”. La foto que ilustra la nota es de Julio De Vido con un epígrafe que dice “Un 25% del aumento del gasto fue destinado a subsidios”. Por suerte, un día antes estuvimos una hora y media con el ministro de Planificación Federal para intentar comprender un poco mejor cuál es el rol de un Estado frente a las necesidades energéticas, que no se somete a las corporaciones privadas. Desde el 25 de mayo del 2003 a esta parte, la Argentina creció muchísimo, tal como reconoce la nota de Clarín. Lo que no dice es que ese crecimiento, en el caso de la demanda de energía es mayor, en términos proporcionales, en la industria que en el consumo domiciliario. Lo mismo sucede en el NOA y en el NEA respecto de los principales centros urbanos. El kirchnerismo recibió la herencia de empresas privadas con contratos intransferibles que controlan el conjunto de los servicios públicos. Pavada de desafío tratar de imponer autoridad política y direccionar el crecimiento económico regional y beneficiar a los sectores más desprotegidos. Las tarifas congeladas con subsidios del Estado bajo estricto control, se convierten en una fantástica herramienta para un Estado determinado a acompañar a la sociedad en una transformación hacia la soberanía y la inclusión.
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