Por Enrique M. Martínez Presidente del INTI.
Vivimos un momento político que los cientistas sociales seguramente deben ver como muy interesante y movilizador. El país tiene hace siete años un gobierno con sensibilidad por las asignaturas sociales pendientes, que en consecuencia ha diseñado un camino que cree adecuado para mejorar la equidad promedio. En ese intento, sin embargo, aparece un cambio de escenario cuando en las elecciones legislativas de 2009 se perdió la mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso Nacional y, por lo tanto, apareció la posibilidad algebraica de que las restantes fuerzas políticas establezcan una nueva agenda legislativa.
Estamos en medio de ese intento. En parte por cierta heterogeneidad de los coyunturales aliados, y en parte porque el mayor factor de unión es el intento de derrotar al oficialismo, resulta tarea imposible identificar una línea estratégica que agrupe las iniciativas de la oposición. Las rebajas de las retenciones a las exportaciones agropecuarias implicarían una brutal y directa transferencia de ingresos a los más poderosos. El 82% móvil para las jubilaciones mínimas iría a mejorar las condiciones de parte de los más humildes. Las dos medidas combinadas quebrarían la salud del Tesoro nacional, y muy probablemente lo llevarían de regreso al pasado, a buscar la financiación internacional, situación que con inteligente tesón el gobierno ha evitado desde el comienzo de su gestión.
En definitiva, no queda claro si se busca beneficiar a los poderosos o a los que menos tienen o a los especuladores financieros o a todos a la vez, en un aquelarre tragicómico, si es que no se tratara de acciones que definen el destino colectivo. Lamentablemente, aún incoherente, este menú debe ser tenido en cuenta por el gobierno y lo lleva a incorporar a su tarea cotidiana contrarrestar los embates, tomando decisiones o proponiendo alternativas en cada campo. Se corren así varios riesgos, uno de los cuales es que se pierda la capacidad de definir la agenda de prioridades propia, lo cual sería una victoria pírrica de la oposición y una derrota para todos los ciudadanos.
Es difícil opinar desde lejos de la cúpula, donde se acumulan tantas y tantas tensiones, pero tal vez sea necesario respirar hondo, levantar la mirada y aferrarse a los caminos estratégicos por encima de la pequeña, aunque densa, chicana. En tal caso, nuestro espacio de la tecnología industrial tendría varias discusiones sobre la mesa. Veamos algunos ejemplos.
Debemos analizar cómo se concreta la industrialización local de la producción agropecuaria, objetivo reclamado y deseado. Hay que diseñar plantas más pequeñas que las demandadas por la gran industria; promover fabricantes regionales de equipos; formar emprendedores que operen las plantas; incluso ayudar a cambiar algunos hábitos de consumo regionales, para mejorar la dieta alimentaria. La incorporación de valor después de la tranquera de los campos es el eje de un proyecto nacional independiente, ya que no sólo aumenta el valor específico de nuestras exportaciones, sino que abre la posibilidad de alcanzar la soberanía alimentaria, extendida a toda región y todo ciudadano argentino.
Una vez expandida la industria del ensamblado de equipos electrónicos en Tierra del Fuego, hay que definir y aplicar una política de integración de componentes nacionales, para lo cual hay que articular un montón de cabos sueltos, pero disponibles, que existen en el país.
Podemos reclamar el aumento de la integración nacional de los autos, pero eso sólo será factible si aumenta la proporción de autopartistas de capital nacional, que no dependan de casas matrices brasileñas o europeas.
Debemos entender las razones por las que se exporta apenas un concentrado de varios minerales y construir los caminos para que se complete el proceso industrial en el país, objetivo que se puede plantear aún en los términos de la actual ley minera, de por sí muy cuestionable.
Debemos desarrollar el sector de manufactura de aluminio en el país, reduciendo la exportación de aluminio en bruto.
Podemos aprovechar la llegada de la TV digital para tener una industria electrónica íntegramente nacional en el sector.
Todo lo anterior –a lo cual se pueden sumar otros sectores– necesita mirada larga, planificación estratégica, recursos empresariales y mucha, mucha tecnología industrial.
Esta es sólo una parte de la temática que queda oculta, demorada, suspendida, cuando la agenda pública la definen las presiones bastardas, que sólo operan en el marco del márketing político y que llegan a ofender la inteligencia del ciudadano medio.
Con la mayor humildad me permito proponer que encaremos todos y cada uno de los temas anotados, en términos públicos y participativos, con empresarios, trabajadores y responsables políticos invitados y comprometidos a la tarea. Nada como esto marcará tanto la diferencia con respecto a las vías mezquinas y mediáticas que proponen quienes sólo son capaces de dibujar el tiempo pasado, el de la derrota y el deterioro. De recorrer el sendero sugerido conseguiríamos un resultado complementario también valioso. Plantearíamos en profundidad caminos de mejora general, que puedan entusiasmar y convocar a amplios sectores sociales. Esto marcaría un liderazgo cualitativamente superior al que se establece cuando el acoso opositor nos lleva a defender el actual estado de cosas como si fuera el deseado, en lugar de permitirnos sostener que es un tránsito hacia una sociedad más justa, que hay mucho por hacer y que lo debemos hacer entre todos. En fin, de afuera cualquiera habla. Pero no estaría de más reflexionar sobre estas cuestiones.
Fuente: Tiempo Argentino
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