martes, 28 de junio de 2011

Los neoliberales insisten en suicidar a la Argentina


Hoy leemos en La Nación que "la floreciente Turquía" es "polo de desarrollo en el Bósforo". Y para más datos agregan:

Turquía evoluciona y se desarrolla como una potencia económica que sorprendió con sus tasas de crecimiento de los últimos años y que se ha convertido en destino de "inmigrantes económicos". (...) Los inversores extranjeros buscan oportunidades en nuevas fábricas y centros comerciales en Anatolia. Cerca de la Acrópolis se enfrentan policías y manifestantes; en el Bósforo no cesan las noticias de éxitos. Bajo el gobierno del conservador islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo, (AKP) del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, la economía creció en promedio un 5% en los últimos cinco años. (...) A pesar de la resistencia de algunos economistas, Erdogan renunció a nuevos créditos del FMI y con ello evitó también condiciones para su manejo económico. El paso pareció enormemente arriesgado, pero los inversores no perdieron la confianza.

Leyendo esto nos preguntamos por qué esos datos para Turquía representan la primavera y para la Argentina (que además crece a tasas del 9%) es el invierno. Tal vez la respuesta comienza a encontrarse en esta parte de la nota:

En el país que aspira a entrar en la UE, el ingreso per cápita es casi la mitad que los ingresos medios europeos: si en 2002 era de sólo el 36%, en 2010 llegaba al 48%, según la oficina europea de estadísticas Eurostat. Con ello superó a países de la propia Unión Europa, como Bulgaria o Rumania. Sin embargo, en Grecia se sigue ganando considerablemente más, con el 89 por ciento.

Y ya que La Nación menciona a Grecia, resulta curiosa esta otra nota: "Los países bálticos, una lección sobre el ajuste". Donde dicen:

Después de sufrir la recesión más profunda de Europa durante la crisis financiera global, Letonia, Lituania y Estonia se tragaron la amarga medicina que ahora se le pide a Grecia que ingiera. Recortaron pensiones, beneficios sociales y salarios públicos mientras subían los impuestos. Letonia, que llegó peligrosamente cerca de la quiebra, tuvo que despedir a miles de empleados públicos y debió cerrar escuelas y hospitales. Fue doloroso, pero el remedio funcionó.

Luego siguen con la zanata neoliberal, pero al final del artículo reconocen:

Sin embargo, una diferencia clave es que el gobierno letón de centroderecha no tuvo que enfrentar ninguna oposición coherente por parte del débil movimiento sindical de su país.

La Argentina ha sabido darse, a lo largo de su historia, importantes organizaciones sociales con capacidad de defender derechos duramente conquistados. Y eso es lo que ofende los perversos deseos de los poderosos. Esa organización ha permitido derrotar el proyecto neoliberal de un país para pocos, sostenido a base de "mano dura" con los que sobran en una Argentina de escasa población en relación al tamaño de su territorio. 

Hoy esa derrota no sólo significa crecer a tasas del 9%, con un desempleo del 7,4% y un índice de pobreza del orden del 20% (era de 57 en el 2002 y hoy en la Ciudad de Macri se incrementó en más del 19%).

Hoy, en el primer trimestre del 2011, la diferencia de ingresos entre los hogares más ricos y los más pobres se achicó en un punto. Del 29,6 al 28,5 es la porción de la torta que se llevan el 10% de los hogares más acomodados. Los sectores más pobres mejoraron su ingreso en un 36%. El índice Gini, que mide el grado de desigualdad donde cero es el nivel de mayor igualdad y uno es la expresión de mayor desigualdad, tuvo una mejora del 25%, al pasar del 0,413 en el período enero-marzo 2010 al actual 0,399.

Pero para el periodismo militante de la vereda de enfrente Letonia sigue siendo el modelo.

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