miércoles, 9 de septiembre de 2009

Capital concentrado


En el día de ayer el diario La Nación nos despertaba con un tradicional título "catástrofe" diciendo:
La crisis del campo / Primeros datos oficiales: Cerraron 60.000 explotaciones agropecuarias desde 2002

Tomando datos del INDEC (cómo no era que estaban manipulados sus datos?), el diario pretende demostrar los nocivos efectos de la gestión de gobierno, al afirmar: "Entre 2002 y 2008, desaparecieron casi 60.000 explotaciones agropecuarias (59.943, exactamente), de acuerdo con los datos que se desprenden del informe preliminar del Censo Nacional Agropecuario realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) el año pasado, en pleno conflicto por las retenciones móviles. En 2002 existían 333.533 establecimientos; en 2008, esa cifra cayó 18% y se redujo a 273.590".

Un viejo compañero de estudios, durante mi breve paso por la Facultad de Agronomía, me pasó el siguiente análisis que vuelca en su blog. Lo comparto.

¿De Quién es la Culpa de que cada vez haya Menos Productores?

Parece que de vez en cuando los números del Indec son creíbles. Ahora la oposición los utiliza para decir que de 2002 a la fecha, salieron del sistema 60.000 productores agropecuarios.

La conclusión, en manos del senador provincial bonaerense por la Coalición Cívica y dirigente de la FAA, Roberto Molini, es obvia: “El único responsable de esta destrucción es Néstor Kirchner“.

Dejemos por ahora de lado los avatares de la política y concentrémonos en los datos detrás de la noticia. Evidentemente hay un proceso de concentración o de pérdida de diversidad productiva, que atraviesa gobiernos tan dispares como el menemismo, la Alianza (sí, no se olviden), Duhalde y el kirchnerato.

¿Es evitable este proceso? ¿Se da en la Argentina únicamente? ¿Ocurre solo en el sector agropecuario?

Mi intuición me dice que en líneas generales hay menos de todo. Hay menos fabricantes de agroquímicos, menos semilleros, menos agronomías, menos almacenes, incluso menos cadenas de supermercados, etcétera, etcétera. Y no solo aquí, sino en todo el mundo.

Pero no quiero mirar la realidad desde mi intuición, sino compartir algunos números con los que me he topado en los últimos días.

Arranco por Entre Ríos, donde el gobernador Urribarri quiere hacer un ajuste “progresista” del impuesto inmobiliario, es decir que paguen más lo que más campo poseen, y para ello giró un proyecto a la legislatura provincial donde hace la segmentación.

El dato es que hay más de 7 millones de hectáreas para tributar el impuesto, en manos de 52.164 contribuyentes. Pero, oh sorpresa, apenas 2.860 de ellos poseen 3,1 millones de hectáreas. Dicho de otra forma, la propiedad del 44% de la superficie está en manos del 5,4% de los contribuyentes.

Y si consideramos que muchos del otro 56% de tenedores lo debe estar alquilando, la realidad debe ser que un puñado de empresarios rurales maneja la producción de la provincia.

Esto me hace acordar a lo que sobre fines del año pasado me decían en una empresa semillera: que unos 6.500 productores son responsables de más del 90% del área sembrada con maíz en nuestro país, que no es mucha en comparación con la soja, pero que tampoco es despreciable.

Ahora voy a saltar al Paraguay, donde acaban de publicarse los resultados del censo realizado en 2008, luego de 17 años del anterior.

Ahí los números indican que en el ínterin el número de fincas se redujo apenas un 5,7% al pasar de 307.000 en 1991 a 290.000 en 2008. Un verdadero éxito de las sucesivas gestiones presidenciales, en la visión del senador Molini.

Pero ahora veamos el siguiente dato: En ese mismo lapso, el número de fincas de entre 100 y 500 hectáreas se incrementó 35% y las de más de 500 ha, un 57%.

Consolidando los datos de fincas y superficie, resulta que 17.965 fincas (el 6% del total) tienen 30,11 millones de hectáreas (el 92% de la superficie censada).

Para no cargar las tintas, da la impresión de que tendencias y deseos circulan por carriles separados.

No quiere decir ni que esté bien ni que esté mal, sino que parece no haber una adecuación de la realidad a los deseos de determinados sectores sociales y políticos en lo que hace a la tenencia y uso de la tierra.

Es probable que esta situación lleve implícito tensiones de tal magnitud que en el futuro deriven en un estallido social.

Lo que sí pienso es que para abordar correctamente la problemática hay que quitarle la componente pasional y facilista de creer que hay un culpable para todo, y que quitado del medio mágicamente la cuestión se soluciona.

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