martes, 1 de septiembre de 2009

Ricardo Forster: Las palabras y el laberinto


Palabras altisonantes son pronunciadas con extraña intensidad en estos días argentinos. Días cargados de sorpresas que nos devuelven, una y otra vez, a nuestras complejas circunstancias que suelen adquirir la figura del laberinto (¿habrá que recordar aquella ocurrencia de Leopoldo Marechal cuando sugirió que del laberinto sólo se puede salir por arriba?; ¿será marechaliana la forma como recorre la cotidianidad política el Gobierno?; ¿será eso lo que causa tanta perplejidad y sorpresa en los principales referentes de la oposición?).
A veces en la literatura es posible encontrar las pistas anticipatorias para intentar comprender las arduas travesías del presente. En la Argentina las diversas escrituras literarias han sabido adelantarse, en muchas ocasiones, a la densidad de los hechos permitiéndonos correr ciertos velos que suelen cubrir la realidad en beneficio de aquellos que siempre han preferido ocultar sus verdaderas intenciones.
En estos tiempos de noticias relampagueantes, de tecnologías de la comunicación que transforman cualquier acontecimiento en una pura fugacidad que, mientras dura, suele devorarse la atención de las masas telemáticas, es conveniente darle otra leída a las palabras que se pronuncian.
Casi como si estuviéramos leyendo un extraordinario libro de ficción, pero sabiendo que lo que se narra, se corresponde con una realidad que debemos aprender a descifrar con los ojos de la crítica.
Hace unas semanas nos enteramos de que “la pobreza es un escándalo”, aunque no se nos dijo qué la causa, como si nos enfrentásemos a un fenómeno de la naturaleza que no tiene nada que ver con un sistema económico atravesado de lado a lado por la injusticia y la desigualdad.
Pero así suelen ser los gestos retóricos de la cúpula eclesial, su verbo sobrevuela la realidad de los mortales ofreciéndose como paradigma de virtud y transparencia, dos rasgos repetidamente desmentidos a lo largo de su más que milenaria historia.
Palabras astutas, llenas de historia y de memoria que, sin embargo, se utilizan para ejercer una clara presión política que poco o nada tiene que ver con los lenguajes de la emancipación y la redención de los hambrientos.
Esas palabras no van más allá de la caridad y de la conmiseración que sentimos ante tanta pobreza aluvional, una pobreza que transforma al pobre en un objeto vaciado, carente, sin biografía y apenas pasible de ser receptor de la limosna de los ricos.
Su única respuesta es apelar a la filantropía y a Cáritas. Y si es con la ayuda de la soja liberada de las retenciones mucho mejor. El otro pobre, el de días antiguos, ese que no se resignaba ni se resigna a ser convertido en pobrecito, no tiene ningún lugar en este discurso de una iglesia comprometida con el poder.
Las otras voces que se pronunciaron en América latina reclamando una opción por los pobres y bebiendo de las aguas de la teología para la liberación, son aquellas que han quedado al margen y perseguidas por la jerarquía eclesial que del Papa a nuestro cardenal primado expresan el rumbo conservador de la retórica vaticana.
En estos días de un verano algo anticipado, los más rancios representantes de la derecha se rasgan las vestiduras al mencionar que el hambre se ha instalado como una sombra ominosa en el país.
Sin ningún tipo de pudor, Felipe Solá, hablando con un periodista de esos que fijan el termómetro de la calidad institucional y con el gesto adusto de quien se cree un tribuno del pueblo (aunque hace tiempo que olvidó que resulta bastante difícil sostener, entre Macri y De Narváez, una retórica popular sin que suene a pura falsedad e impostura) se dedicó, después de denostar un proyecto de ley de medios audiovisuales que reconoció no haber leído, a empardar con anuncios apocalípticos a la inimitable Elisa Carrió.
Pero más serio, terriblemente serio, se puso cuando habló del hambre, como si él no supiera qué intereses representa, en la Argentina de hoy, el properonismo y sus inigualables compañeros de andanzas.
Palabras bastardeadas por quienes han sabido apropiarse, publicitariamente, de recursos retóricos que provienen de otra historia, de matriz popular, a la que no dudan en envilecer al mismo tiempo que defienden un orden político-social que reproduce exponencialmente la miseria y la desigualdad.
Mientras tanto los inefables miembros de la mesa de enlace siguen enlazando con sus nudos corredizos la gramática de la oposición más cruda, virulenta y, eso sí, honesta en su literalidad destituyente.
El inefable Buzzi, utilizando el lenguaje heredado de sus payadas martinfierristas y vizcacheras, acuñó el último neologismo de moda: vetocracia. Lo que no dice, entre tanta poética gauchesca, es que lo único que le interesa, a él y a sus socios de payada, son las retenciones y los miles de millones de dólares que están allí, al alcance de la mano, si logran doblegar al Gobierno.
Nada de ley de arrendamiento. Nada de ser consecuente con una reivindicación histórica de esa misma Federación Agraria que hoy se ha convertido en una sucursal, algo plebeya y cualunquista, de la Sociedad Rural.
Alquimia interesante de las retóricas conchetas de las huestes de estancieros de Recoleta y la Pampa Húmeda y de los giros populacheros de los De Angeli y compañía.
Lástima que, eso parece, el ex corredor de Fórmula Uno y chacarero sojero parece que nuevamente se enfrentó con sus fantasmas y con sus pesadillas que cada tanto le enturbian el razonamiento.
La fórmula soñada en las esquinas de Barrio Norte, o tomando un café en La Biela o discutiendo en los salones del Jockey Club: la fórmula “Reutemann-Solá” que recoge lo más selecto del conservadurismo nacional y que representa lo más granado de la historia patria, la que fusiona a la sociedad rural con los gringos del interior, la que logra cruzar el decir peronista-gauchesco de Solá con la herencia parca y apegada a la tierra de Reutemann, esa fórmula tendrá que esperar que los psicólogos hagan su trabajo con el santafesino.
Y mientras tanto hemos vivido una semana excepcional, cruzada primero con la renuncia, forzada por la ola de protestas emanadas de la sociedad civil, del “Fino” Palacios a la jefatura de la policía macrista, continuada luego con ese acontecimiento fenomenal que supuso la elevación por parte del Poder Ejecutivo del proyecto de ley de servicios audiovisuales y concluida con el impactante encuentro de los miembros de la Unasur en Bariloche.
Por un lado, derrota, aunque parcial, de la avanzada derechista en la Ciudad de Buenos Aires; por otro, el vertiginoso giro hacia la cancelación de una de las principales deudas de la democracia y la posibilidad, cierta, de quebrar el dominio de la corporación mediática; y, finalmente, la continuidad de un camino latinoamericano que viene a cargar de nueva significación la llegada del Bicentenario.
Palabras viejas y nuevas que, de acuerdo a quién y cómo se pronuncien, expresan el complejo y extraordinario tiempo argentino.

Fuente: El Argentino

1 comentario:

  1. Estamos en una situación de "pecado social" globalizado por un "capitalismo salvaje" en su expresión neoliberal: cultura del tener, acumular y apropiarse, como un pulpo de muchos tentáculos que lo agarra todo. Es un despojo. Así lo es con nuestros pueblos originarios. Así lo es con "los millones de pobres que piden a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte". Es una sociedad idolátrica de poder y dinero. Todo está sometido a esta dinámica y a las fluctuaciones del Mercado:"El Mercado dice, el Mercado manda, y todos,arrodillados tienen que decir:Amén. ¡No es humano ni es cristiano! El ser humano no es lo central en esta sociedad con un sistema perverso.Al contrario, el trabajador es una vulgar herramienta de mercancía: de producción.Producir y producir.Crecer y Desarrollar."Después vendrá el chorreo".Chorreo que no llega nunca.Hace la riqueza en pocas manos: privadas del país, coludidas con privadas foráneas, y la escasez en 80% de pobres en el mundo.-"Se acabó la historia, los ideales e ideologías; los valores y principios: llegó la panacea del neoliberalismo, y hay que acomodarse, es lo que tenemos". Esta expresión contraría nuestra hambre y sed de justicia. Somos una flecha lanzada hacia el infinito. Siempre hay algo que cambiar; siempre hay nuevas aspiraciones y metas. Siempre,como el Quijote, hay que luchar por el "sueño imposible", aunque sea contra los "molinos de viento". Los pobres no pueden esperar más. Tenemos una deuda. Hay que saldarla. Hay que tener un compromiso; hay que asumir el conflicto de esta sociedad. A la larga la omisión nos va a conducir a muerte viviendo:muertos en vida.Creo en la utopía y en los ideales. No acepto contentarme tempranamente.Nunca, jamás. Pido que mi Iglesia sea"santa,sin mancha ni arruga ni nada semejante". Lucho y trabajo en Ella por ese logro.Nuestra cuna y origen es la del Niño pobre, que no nació en un palació ni en la capital del Imperio.Fue más tarde, el "carpintero de Nazaret": un obrero.Murió por amor entregándolo todo; el único bien material: su túnica, fue sorteada por sus victimarios al pié de la cruz. El Crucificado es la antípoda de la sociedad del tener y del apropiarse. Es el "pan de vida" "para la vida del mundo". "Les doy un mandamiento nuevo:ámense como yo los amé"."Hagan esto en memoria mía".
    Es mi misión.Es la misión de la Iglesia. Quiero una Iglesia pobre. Más aún, quiero, como Juan XXIII: "Una Iglesia de todos, pero, quiero especialmente una Iglesia de los pobres.No quiero una Iglesia ni tras ni multinacional.
    Hay un mundo que cambiar: ¡Que venga la Esperanza!
    Padre Eugenio Pizarro Poblete de Chile.

    ResponderEliminar