A poco de celebrar otro 17 de octubre, un octubre un tanto lejano al de aquellas jornadas del 45, quiero traer a cuento algunas reflexiones del “compañero” Pierre Ostiguy que oportunamente publicara Artepolítica. Lectura recomendable para la militancia.
El “compañero” Ostiguy es un curioso peronólogo, canadiense él, más precisamente québécoise, con todo lo que ello implica, y profesor de Ciencia Política del Bard College en EEUU. Probablemente sus vivencias en Québec le hayan permitido sintonizar con el principal movimiento político-cultural de los argentinos.
Van aquí algunos de sus conceptos y luego el vínculo a
Para mí, que vengo visitando y estudiando la Argentina desde hace ahora más de veinte años, la realidad política, cultural y social de la Argentina sigue estructurada en gran parte por la división entre peronismo –y más genéricamente lo que he llamado en otros escritos “lo bajo” (que supo incluir movimientos no estrictamente peronistas como el Modín en el pasado)– y el no (o anti) peronismo, también llamado “gorilismo” por parte de los peronistas, y que yo llamo “lo alto”, abarcando desde el socialismo culto hacia los liberales “bien educados”.
Conviene aclarar primero que, en 2007, todavía había esperanzas de parte del kirchnerismo, y en particular de parte de la candidata presidencial, de no “peronizar” absolutamente la fórmula presidencial—se hablaba entonces de la “concertación plural”. Se recordará que en ese espíritu se eligió a un Radical disidente para
La acertada decisión de Néstor Kirchner de abandonar los sueños de una “transversalidad” de izquierda y, luego, de una Concertación Plural a la chilena representa, al fin y al cabo, el regreso a la normalidad política argentina. Como vengo pregonando desde hace ya veinte años, la matriz básica de la realidad política y sociopolítica de la Argentina –producto de su propia y diferenciadora peculiaridad histórica– es el doble espectro político. Dos espectros políticos que abarcan de izquierda a derecha, paralelos el uno al otro. Uno culturalmente “peronista”: popular, localista, “con pelotas”, inmanente y personalista. Y otro no peronista, más formal y “bien educado” (por lo menos en público), “institucionalista”, a menudo muy preocupado por la mirada “desde afuera”. Considerando los altibajos de las modas y planteos académicos, es gratificante verificar que el esquema propio caracteriza con durabilidad el espacio argentino desde más de seis décadas. Y además notar que los (numerosos) esfuerzos y voluntarismos para cambiar esta situación y “normalizar” la Argentina terminaron en el regreso de esa única verdad.
Entre tanto, es un placer volver a oír desde lo lejos la marcha peronista, axial como las protestas y denuncias en lo “alto” sobre la falta de republicanismo y la concentración del poder en la conducción justicialista, a 34 años de la muerte del General.
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