¿Y para qué vivir, si ya no tienes fe en tu hermano, al que no amas ya? ¡Ya no me digas que se siente! Si no se cambia hoy, no se cambia más... Y tus hijos sabrán, que vendiste tu amor... L. A. Spinetta
martes, 10 de noviembre de 2009
La eterna cantinela empresaria
El Gobierno decidió modificar por decreto el régimen de las Aseguradoras de Riesgo del Trabajo, más conocidas como ART, mejorando el tema de los montos, estableciendo pisos y eliminando techos, e inmediatamente el pataleo empresario se hizo escuchar.
Qué dicen? Nada nuevo. Que se les van a incrementar los costos laborales, que aumentarán los litigios ante la Justicia, que los empleados abusan en los reclamos por accidentes en viaje, que la medida incentivará la informalidad laboral, que el decreto pone en riesgo a miles de empresas y sus fuentes de trabajo, y un largo etcétera. En fin, todo nos muestra que los empresarios lloran lágrimas de pobreza.
Esto me hace recordar que pocos días atrás concí una pareja de diseñadores que desde hace unos años desarrollaron su propia agencia con éxito. Me comentaban, además, que este año no fue bueno, no obstante debieron contratar dos empleados ya que el trabajo familiar no alcanzaba (sic). Pero claro, llegó el lamento. No los tenían totalmente en blanco, porque los costos laborales son muy altos, y por lo visto atentaban contra la viabilidad del emprendimiento. Al rato los escuché comentar que habían decidido pasar esta navidad en Nueva York, y entuciasmarse con lo fantástico de haber podido comprar por internet entradas para algunos espectáculos de la famosa calle Broadway. Me pregunté si les habrán agradecido a sus empleados por permitirles pagar el lujito...
Jóvenes emprendedores. Viejas mañas.
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