En forma paralela el continente americano acogió dos encuentros cumbres. Uno en el que se reunieron en Guadalajara los mandatarios del norte y otro con los presidentes del sur, en Quito, en ocasión de asumir Rafael Correa su nuevo mandato presidencial. Así, como dos polos opuestos de un campo magnético, quedó graficada la realidad continental, luego de un breve ensueño tras la asunción de Barack Obama.
Tal como tituló el diario mexicano La Jornada, “Los tres amigous se alejan del Sur”. “En cuanto al golpe de Estado en Honduras, que derribó de la presidencia a Manuel Zelaya, los tres amigos de Norteamérica saltaron al unísono, no para defender al mandatario derrocado violentamente por una asonada militar clásica de la guerra fría… sino al presidente de Estados Unidos, Barack Obama. El trío otorgó un firme espaldarazo a la negociación que lleva el presidente costarricense Óscar Arias, aunque olvidó mencionar que esa gestión no avanza porque el gobierno de facto hondureño no está dispuesto siquiera a recibir a la misión de seis cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Tegucigalpa. Las condenas de los líderes de Norteamérica no se enfilaron contra quienes rompieron la institucionalidad democrática. El nombre de quien usurpa el poder en ese país centroamericano, Roberto Micheletti, ni siquiera fue mencionado en la reunión cumbre. Contra quienes llovieron los reproches fue contra ‘aquellos críticos’ que reclaman de Washington una intervención decidida para revertir el golpe, entre ellos el propio Zelaya”.
Mientras tanto, por el sur, fue el propio Zelaya quien destacó el respaldo de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) a la lucha de su pueblo contra el régimen golpista y por el retorno a la institucionalidad. "Este apoyo es muy significativo", dijo Zelaya ante miles de personas que asistieron a un gran festejo popular en el estadio Atahualpa con motivo de la investidura para un segundo mandato del presidente ecuatoriano, Rafael Correa. Zelaya asistió como presidente legítimo de Honduras a la toma de posesión de Correa y también participó como invitado especial en la III Cumbre de UNASUR.
En la cumbre del norte se habló del libre mercado, capacitación policial y de las normas sobre migración. En la del sur, se le reclamó a Estados Unidos explicar su política para con esta región, con motivo de la instalación de bases militares estadounidenses en Colombia. Fue el propio Lula quien le sugirió a Correa, en su carácter de presidente pro tempore, convocar al gobierno de Obama para hablar con los presidentes sudamericanos sobre “sus planes” en la región. En ese sentido, la presidenta argentina aceptó una sugerencia de Rafael Correa para que se realice en Buenos Aires una reunión de los presidentes que integran el Unasur con el mandatario de Colombia, Álvaro Uribe.
“Creo, como lo dice el presidente Lula, que debemos de una vez por todas abordar la situación con Estados Unidos, que finalmente se defina cuál va a ser la relación con el continente, porque es como que hubiera un grado de autonomización en determinados sectores de la administración estadounidense donde unos deciden y no se sabe exactamente a quién uno tiene que preguntarle por qué se decidió tal o cuál cosa”, afirmó Cristina Fernández. “Pero reitero que no podemos permitir que además de que nos hayan exportado la crisis económica, la Gripe A y no sé qué otras cosas más, ahora también nos plateen por esta razón una situación beligerante en nuestra región, es altamente preocupante y diría altamente mortificante para nuestras sociedades y para nuestros gobiernos”, remató la presidenta de Argentina.
El norte y el sur evidencian proyectos claramente diferenciados. Ayer quedó bien claro. A partir de allí podemos analizar la ofensiva de la nueva derecha latinoamericana.
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