¿Y para qué vivir, si ya no tienes fe en tu hermano, al que no amas ya? ¡Ya no me digas que se siente! Si no se cambia hoy, no se cambia más... Y tus hijos sabrán, que vendiste tu amor... L. A. Spinetta
lunes, 13 de abril de 2009
Confesión de un periodista
Revisando el archivo, encontré este artículo de Orlando Barone que acaba de cumplir un añito (el artículo, no Barone) y sigue muy vigente. Un tipo con las suficientes convicciones como para en estos tiempos hacerle un corte de mangas a Continental y La Nación. Lo comparto:
Orlando Barone
10.04.2008
Doy gracias a Dios que este gobierno totalitario no tenga cámaras de torturas; tampoco para periodistas. Y si las tiene escondidas deben de ser muy profundas porque no se oyen desde afuera señales del suplicio. Y doy gracias a que no exija que los editores gráficos lleven los originales a un examinador en la casa Rosada que los autorice o censure. Todo eso que, sabemos, sucedía en tiempos menos apacibles que éste, donde hoy cada vez más hay periodistas que llegan vivos y hasta felices a ser ricos y famosos aunque descorran los oscuros velos de los funcionarios más viles.
Doy gracias a Dios que los noticieros audiovisuales pueden difundir todas las verdades y mentiras que se les antoje y muchísimas fantasías superadoras de Verne, Bradbury y Asimov. Y que cuando ya ésas no les bastan difunden las de los miles de aspirantes a periodistas y camarógrafos amateurs que envían materiales espontáneos desde sus celulares o computadoras de motu proprio y a chorradas. Y sin pasar por ninguna academia ni control de calidad ni de verosimilitud.
Doy gracias a que exista la creencia de que hay periodistas puros; aunque no sé qué es ser puro porque es un estado desconocido en la especie humana, salvo en algunos casos de narcisismo exacerbado por si mismos. Y también doy gracias a que haya tantos periodistas independientes del poder público, pero que por nada del mundo desean independizarse de otros poderes privados financieros o económicos porque éstos suelen auspiciar nuestros programas de señales de cable o de FM. Y porque luce más rebelde y más sensato oponerse a un Gobierno, que oponerse a un avisador o a un auspiciante, y poco fructífero en la carrera es oponerse a un negocio lateral del medio donde se ejerce. Doy gracias a que los medios sean un negocio rentable aunque presiento que son más rentables en contra que a favor, al menos públicamente.
Doy gracias a Dios que este Gobierno haga transparente su escasa propensión a recibir críticas y viva enojándose hasta con las caricaturas artísticas, porque si toda esa es su furia bélica sólo comete una falta metafórica por falta de sensibilidad y cultura plástica. Doy gracias a Dios que también los Medios sean transparentes y hagan explícita su vocación arbitraria, que permite que discriminen democráticamente a favor de unos gritos y no de otros, y que cada tanto reconozcan que hay gente más culta que sabe votar y otra menos culta que sólo chupa las medias. Y que celebren a votantes desinteresados que únicamente protestan cuando se sienten esquilmados por el fisco pero no cuando el fisco esquilma a todos los otros. Y que sepan enfocar con objetividad étnica en el centro del relato al depredador de las calles, Luis D´ Elía, contraponiéndolo con Alfredo De Angelis, el estoico justiciero criollo de la soja bendita y maldita.
Es inútil crear ningún observatorio académico mediático, porque no hay forma de superar la realidad mediática con la realidad real si ambas son desiguales, porque la realidad real requiere tiempo real para abarcarla toda, mientras la mediática se simplifica en una agenda de títulos. Y es además entretenida. Los Medios, si no la ganan, la empatan. Trabajan de controladores de todo menos de ellos mismos. Si no fueran así serían pasto de las fieras; y si son así son las fieras. A veces se exceden en la ingesta: son gajes del oficio. Me pregunto si está bien que haya academias de periodistas integradas por periodistas empleados de multimedios a los que deben lealtad y coincidencias.
No obstante, doy gracias a Dios por ser periodista. Pero, sobre todo, por no ser un periodista puro.
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