¿Y para qué vivir, si ya no tienes fe en tu hermano, al que no amas ya? ¡Ya no me digas que se siente! Si no se cambia hoy, no se cambia más... Y tus hijos sabrán, que vendiste tu amor... L. A. Spinetta
jueves, 2 de abril de 2009
Malvinas
“La cuestión de Malvinas ha remitido a la Nación Argentina desde 1833. Como dominio y luego como sustracción, las islas se reconocen como una extensión geográfica en una Nación concebida como una jurisdicción territorial, más que racial o étnica. Coherentemente, la causa nacional comienza a gestarse en el período de la organización Nacional, la centralización del Estado y la definición de sus límites. Pero Malvinas alude a la Nación también en otro sentido, pues casi simultáneamente al nacimiento argumental de los derechos argentinos sobre el archipiélago en la esfera oficial (1910), su incorporación y sobre todo su pérdida aluden al orden político interno. En este proceso Malvinas se invoca como, y se convierte en, la representación de un país que es vivido no tanto como una progresiva conquista sino como una pérdida constante. La recuperación de la pérdida es invocada como la restauración de una edad de oro que quedó en el pasado; la recuperación de las islas se convierte, así, en metáfora de la recuperación final de la Argentina. (…) Después de la guerra, y la rendición, las Malvinas no pudieron regresar a foja cero; la lucha por la ‘recuperación’ se convirtió en ‘una guerra absurda’ por pasar a integrar un pasado enemigo, el del Proceso y las Fuerzas Armadas.” (Rosana Guber, “¿Por qué Malvinas? De la causa nacional a la guerra absurda”. 2001)
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