Por Carlos Heller *
El tema de la inflación ha tomado nuevamente relevancia, mucho se está escribiendo, y resulta conveniente realizar algunas observaciones.
Una de ellas es que llama la atención la vuelta de las teorías monetaristas, que dado el devastador impacto que causaron en nuestra economía, como su responsabilidad en la gestación de la actual crisis internacional, deberían estar perimidas. Pero siguen tan en boga como siempre.
Han renacido las críticas a un aumento de la emisión monetaria, todas erróneas puesto que en lo que va del año la base monetaria, que es donde se centra el origen de la creación monetaria, fue contractiva, es decir que el Banco Central absorbió más pesos que los que emitió. En enero la base monetaria descendió $ 1032 millones y en febrero $ 4858 millones. Ello compensa gran parte de la fuerte emisión de diciembre por $ 11.425 millones, cuando estaba Redrado al comando del BCRA. Pero en realidad, éste es el comportamiento estacional habitual, cuando el público requiere dinero para sus gastos de las fiestas, y luego se va desprendiendo a medida que terminan las vacaciones y finaliza la compra de útiles escolares.
Muchas veces los comentarios son parciales. Se ha llegado a criticar que el Banco Central está comprando fuertes cantidades de dólares en los últimos días, debido a la liquidación de exportaciones, porque éste es un comportamiento expansivo. Actitud paradójica, pues no hay mejor idea de normalidad cambiaria en nuestro país que la autoridad monetaria esté comprando dólares. Pero la crítica olvida que además el Banco Central absorbe parte de esa emisión con la colocación en los bancos de pases en el cortísimo plazo y letras en el mediano y largo plazo, y en estos dos últimos meses estas operaciones fueron contractivas, pues la colocación fue bastante mayor a los vencimientos producidos.
Este enfoque monetarista que genera un exagerado temor a incrementar la masa monetaria resulta preocupante, puesto que limita la posibilidad de pensar en aumentar el crédito productivo. En los últimos años hay una gran liquidez en los bancos, que podría canalizarse al crédito, y eso va a derivar, necesariamente, en una mayor cantidad de dinero, y también en mayores depósitos, un círculo virtuoso porque nuestro país tiene un nivel de monetización muy bajo. Si se plantea que este comportamiento es inflacionario, se frena el desarrollo del país.
También tomó notoriedad la desvalorizada teoría del derrame que ya pudimos comprobar sobradamente que en Argentina no funcionó; sin embargo, no es difícil encontrar artículos de conocidos economistas que establecen que “primero hay que crecer para luego distribuir”, una opción absolutamente falsa. A lo sumo se puede discutir si se distribuye a medida que se crece, o la opción que creo es superadora, que es condición necesaria para el crecimiento una previa mejor distribución del ingreso.
En realidad, el aumento de precios que se está viviendo se basa principalmente en la puja distributiva, en donde pugnan los salarios por un lado, y la ganancia capitalista por el otro: a mayor salario, menor ganancia.
Sin embargo, resulta interesante hacer una reflexión sobre los mecanismos de esta puja distributiva. Estos meses hubo una intensificación de la inflación, pero no hubo paritarias, por lo que los salarios no aumentaron, a lo sumo algunos pocos gremios que acordaron una suma fija por algunos meses. Lo que aumentó fue el poder de compra de gran parte de la población a través de la universalización de la asignación por hijo, los planes Argentina Trabaja y el aumento de las jubilaciones. Eso no impacta en los costos de los empresarios, no son salarios. Sin embargo, es también parte de la puja distributiva, ya que se están apropiando de la mayor capacidad adquisitiva de la gente aumentando los precios. También se volvió a utilizar reiteradamente la vieja metáfora “los salarios suben por la escalera y los precios por el ascensor”, pero se oculta que en el ascensor los precios viajan junto con las ganancias empresariales.
Hay que tener sumo cuidado con asociar el aumento de los salarios al aumento de precios, pues no sólo es incorrecto, sino que es perverso, porque tiende a congelar o empeorar la distribución funcional del ingreso, y oculta que lo que se persigue es mantener salarios bajos, continuar con precios altos y, por lo tanto, aumentar la ganancia. De eso poco se habla.
Una de ellas es que llama la atención la vuelta de las teorías monetaristas, que dado el devastador impacto que causaron en nuestra economía, como su responsabilidad en la gestación de la actual crisis internacional, deberían estar perimidas. Pero siguen tan en boga como siempre.
Han renacido las críticas a un aumento de la emisión monetaria, todas erróneas puesto que en lo que va del año la base monetaria, que es donde se centra el origen de la creación monetaria, fue contractiva, es decir que el Banco Central absorbió más pesos que los que emitió. En enero la base monetaria descendió $ 1032 millones y en febrero $ 4858 millones. Ello compensa gran parte de la fuerte emisión de diciembre por $ 11.425 millones, cuando estaba Redrado al comando del BCRA. Pero en realidad, éste es el comportamiento estacional habitual, cuando el público requiere dinero para sus gastos de las fiestas, y luego se va desprendiendo a medida que terminan las vacaciones y finaliza la compra de útiles escolares.
Muchas veces los comentarios son parciales. Se ha llegado a criticar que el Banco Central está comprando fuertes cantidades de dólares en los últimos días, debido a la liquidación de exportaciones, porque éste es un comportamiento expansivo. Actitud paradójica, pues no hay mejor idea de normalidad cambiaria en nuestro país que la autoridad monetaria esté comprando dólares. Pero la crítica olvida que además el Banco Central absorbe parte de esa emisión con la colocación en los bancos de pases en el cortísimo plazo y letras en el mediano y largo plazo, y en estos dos últimos meses estas operaciones fueron contractivas, pues la colocación fue bastante mayor a los vencimientos producidos.
Este enfoque monetarista que genera un exagerado temor a incrementar la masa monetaria resulta preocupante, puesto que limita la posibilidad de pensar en aumentar el crédito productivo. En los últimos años hay una gran liquidez en los bancos, que podría canalizarse al crédito, y eso va a derivar, necesariamente, en una mayor cantidad de dinero, y también en mayores depósitos, un círculo virtuoso porque nuestro país tiene un nivel de monetización muy bajo. Si se plantea que este comportamiento es inflacionario, se frena el desarrollo del país.
También tomó notoriedad la desvalorizada teoría del derrame que ya pudimos comprobar sobradamente que en Argentina no funcionó; sin embargo, no es difícil encontrar artículos de conocidos economistas que establecen que “primero hay que crecer para luego distribuir”, una opción absolutamente falsa. A lo sumo se puede discutir si se distribuye a medida que se crece, o la opción que creo es superadora, que es condición necesaria para el crecimiento una previa mejor distribución del ingreso.
En realidad, el aumento de precios que se está viviendo se basa principalmente en la puja distributiva, en donde pugnan los salarios por un lado, y la ganancia capitalista por el otro: a mayor salario, menor ganancia.
Sin embargo, resulta interesante hacer una reflexión sobre los mecanismos de esta puja distributiva. Estos meses hubo una intensificación de la inflación, pero no hubo paritarias, por lo que los salarios no aumentaron, a lo sumo algunos pocos gremios que acordaron una suma fija por algunos meses. Lo que aumentó fue el poder de compra de gran parte de la población a través de la universalización de la asignación por hijo, los planes Argentina Trabaja y el aumento de las jubilaciones. Eso no impacta en los costos de los empresarios, no son salarios. Sin embargo, es también parte de la puja distributiva, ya que se están apropiando de la mayor capacidad adquisitiva de la gente aumentando los precios. También se volvió a utilizar reiteradamente la vieja metáfora “los salarios suben por la escalera y los precios por el ascensor”, pero se oculta que en el ascensor los precios viajan junto con las ganancias empresariales.
Hay que tener sumo cuidado con asociar el aumento de los salarios al aumento de precios, pues no sólo es incorrecto, sino que es perverso, porque tiende a congelar o empeorar la distribución funcional del ingreso, y oculta que lo que se persigue es mantener salarios bajos, continuar con precios altos y, por lo tanto, aumentar la ganancia. De eso poco se habla.
* Diputado nacional. Bloque Nuevo Encuentro Popular y Solidario.
Fuente: Página 12
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