Ante la descarada ofensiva gorila, nos encontramos con la paradoja de que pagar la deuda a partir de la utilización del excedente de reservas del Banco Central ha pasado a ser un hecho casi revolucionario. O mejor, para no exagerar tanto, un acto en defensa de los intereses populares, en contra de los intereses de mezquinos y poderosos grupos de poder que quieren a toda costa torcer el modelo, volviendo al ajuste del mal llamado “gasto público”, la reducción de salarios y jubilaciones (lo que hoy hacen en Grecia), el retiro del Estado y la puesta a disposición de esos mismos grupos de las dichosas reservas como respaldo para la tradicional fuga de divisas.
La brutalidad de los hechos está más que clara cuando niegan la utilización de las reservas excedentes y a la vez manotean los ingresos del impuesto al cheque, con lo que limitan la capacidad del Estado nacional para abordar los deberes que el pueblo reclama en esta nueva hora.
Repudiar la deuda por ilegítima a esta altura del partido causaría más daños que provechos. Además, resulta cuanto menos llamativo que algunos de los que promocionan el "no pago" acompañaron a los empresarios y rentistas agropecuarios en su lucha por no pagar retenciones.
Venimos recorriendo un camino de crecimiento e inclusión que no necesita de consignas adolescentes, aunque es bien factible que la Justicia se encargue de investigar y juzgar a los responsables de haber arrastrado al país y su pueblo a la bancarrota. ¿Se encargará?
En definitiva, pagar la deuda más que un hecho revolucionario es un gesto de soberanía, ya que nos permite seguir transitando sin mayores sobresaltos un rumbo con identidad nacional propia y compromiso regional militante. Hoy avanzar con el pago de la deuda en las condiciones propuestas por el Gobierno es una herramienta más (no un objetivo en si mismo) para construir nuestro tan boicoteado desarrollo nacional.
Quienes ayer tomaron al Senado por asalto son los peones de un poder que pretende poner al Gobierno de rodillas, al solo objeto de derrotar las conquistas recuperadas en estos siete últimos años y hacer escarmentar a la soberbia populista, que se ve que causa más odio que el izquierdismo de barrio norte .
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