Escucho esta mañana en la radio hablar sobre la “intolerancia del Gobierno”.
Desde los sectores que anhelan que este Gobierno pase a la historia de la Argentina lo más pronto posible (claro que hablamos de esa historia que construye la ideología liberal), se desgañitan ante todo aquel que lo quiera escuchar sobre la supuesta “intolerancia K”. Lo dicen desde la pseudo izquierda marxista (reductos de la pequeña burguesía que sería denostada por un Lenin resucitado) como también desde el liberalismo conservador en sus distintas variantes (radical, PRO-empresarial, etc.).
Qué es la intolerancia? Según el Real Diccionario de aquellos que impusieron el castellano por estas tierras, intolerancia es “falta de tolerancia”. Entonces, recurrimos a buscar tolerancia y nos encontramos con una catarata de acepciones. Entre otras, nos interesan dos: 1) acción y efecto de tolerar; 2) máxima diferencia que se tolera o admite entre el valor nominal y el valor real o efectivo en las características físicas y químicas de un material, pieza o producto. Y tolerar? Permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente. Resistir, soportar…
Máxima diferencia que se tolera… Entonces me pregunto quiénes están en condiciones de tolerar? Sin duda los que tienen el poder y pueden ser magnánimos con las minorías o con aquellos sectores sociales marginados, que si se portan bien serán tolerados por quienes deciden las grandes líneas que deberán seguir todos. Pero como dijo el filósofo, el poder circula por los intersticios de la sociedad y como los explotados están hechos del mismo barro que los explotadores también pueden decidir no tolerar a quienes sienten como peligrosos y se dan casos como el de ayer en Lanús y pedir a la policía: “¿Por qué no los matan de una vez?, si para eso le pagamos el sueldo”. Esa es la sociedad que tenemos… La sociedad que construyeron dictadores y neoliberales.
Es, entonces, el Gobierno peronista intolerante? El Gobierno gobierna y en su acción ha debido enfrentar profundos intereses de distintos sectores del poder-económico financiero, que por años han decidido sobre el rumbo de la Argentina y hoy como no lo hacen, “desgastan” .
Desde el Gobierno se ha convocado a liberales, radicales, socialista, progres de distinto pelaje e inclusive se han sumado comunistas. Algunos de ellos han pagado con la más abyecta traición, pero aún así esa confluencia no se ha roto y el ejemplo de Jorge Rivas está ahí para testimoniarlo.
En alguna entrada anterior decíamos, respecto a las críticas del progresismo testimonial, que nunca se gobierna en una cámara de vacío. Se gobierna contra una realidad que ejerce resistencia, frena, cede o provoca desvíos ante cualquier acción que se proponga. Para saber de qué lado estar parado ante la coyuntura que nos convoca es necesario mirar cuáles han sido las decisiones de gobierno que se han tomado en cada momento trascendental de estos últimos años. Sólo mencionaré, recuperaré para la memoria, dos. La Cumbre de Mar del Plata en el 2005, donde se enterró en la cara del emperador su proyecto se sumisión regional llamado ALCA; y la desarticulación del perverso sistema privado de jubilaciones que no sólo desfinanciaba a un Estado bobo sino también a los futuros jubilados que “ahorraban” individualistamente pero que indefectiblemente terminarían pidiéndole a la sociedad toda, a través del Estado, que le subsidien una jubilación para poder vivir.
El tratamiento de la Resolución 125, que establecía un sistema de retenciones móviles a las exportaciones del sector privilegiado del campo, muestra cuan intolerante es el Gobierno. El proyecto que salió de Diputados fue muy distinto al que envió el Ejecutivo. Incluyó importantes beneficios a los medianos y pequeños productores rurales, que una dirigencia ciega se propuso voltear y que luego se lamentaría (hablo de la Federación Agraria). Aceptó la traición y asumió la derrota en manos de algunos “aliados” en el Senado, pero nunca pidió cerrar el Congreso como sí lo hicieron dirigentes agropecuarios en connivencia con dirigentes políticos de la oposición.
Y ya que hablamos de intolerancia qué tenemos para decir del bloqueo de rutas del año 2008, cuando grupos organizados decidían al margen de la ley quién circulaba por el país y quién no. Recordemos el desabastecimiento de alimentos y medicamentos.
Y qué tenemos para decir de los carteles con un “Cristina conchuda” inscripto con odio. Qué decir de los piedrazos contra el Gobernador Scioli y las reiteradas agresiones contra Agustín Rossi. Y qué de las justificaciones a las mismas, por parte de la dirigencia opositora!
No es intolerancia alentar a los medios de comunicación a separar “la gente” de los negros traccionados a choripán. Y el llamado golpista de Mariano Grondona junto al tambero Biolcati?
Cuando el ruralista de la Federación Agraria, Ulises Forte, afirma que “desde el radicalismo estamos convencidos de que hay que pegar el garrotazo ahora, porque si no, no lo pegamos más”, Luis Juez desde Córdoba le dice a la presidenta que “voy a taparle la jeta de votos”, Carrió con su característico estilo asegura: "si Evita se levantara mata a Kirchner", y Felipe Solá asegura que hay que ganarle al Gobierno para “darle una bofetada a Néstor Kirchner”, de qué estamos hablando?
No es intolerancia sacar de la campaña a un compañero de fórmula porque “la plata es mía” y la gasto como quiero.
Intolerancia, de qué lado estás?
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