miércoles, 10 de junio de 2009

Carlos Heller: Primer candidato a diputado por la Ciudad de Bs. As.


–¿Qué significado político le asigna al espacio que integra en la ciudad?
–Creo que hay una novedad política: haber conformado este espacio amplio y plural, en el que los sectores justicialistas, o kirchneristas para decirlo en una visión más amplia, son una parte, que comparte los objetivos que hemos acordado y participa a pleno sin encabezar la lista. Conformamos esta fuerza sobre la base de un debate, de una discusión, sobre ejes en los que coincidimos, y esos ejes tienen que ver, en la ciudad, con una definición clara, opositora a la gestión del gobierno de Macri. Y en lo nacional, con una posición de apoyo a los ejes fundamentales del proyecto y el modelo puesto en marcha en 2003. A partir de esos dos grandes ejes se conforma este espacio común, plural, y creo que la decisión de que alguien con mi perfil, con trayectoria política independiente, una larga militancia en los movimientos sociales, especialmente en el movimiento cooperativo, significa un cambio cualitativo muy significativo. Que yo encabece esa lista es una muy buena señal para la sociedad, en cuanto a esta idea de conformar espacios amplios y plurales. Porque demuestra que no necesariamente la fuerza principal tiene que imponer hegemonías y candidaturas.
Hemos logrado acordar y consensuar, hemos logrado que todas las fuerzas coincidan en una lista común. Esto no es fácil cuando se junta una gran cantidad de fuerzas, porque cada una tiene referentes y aspira a que su referente tenga un lugar destacado en la lista. Esto es legítimo, porque no es un tema de vanidades, sino que cada fuerza aspira a proyectar su referencia, que crezcan, que se vean, que sea una señal a sus seguidores. Articular todas estas variantes siempre es complejo, pero lo pudimos hacer porque todos teníamos una gran vocación de que concluyera bien, que concluyera como concluyó.

–En las listas de Encuentro Popular para la Victoria se presentan dirigentes de las dos centrales de trabajadores, CGT y CTA. ¿Cómo se concretó ese armado?
–Esa es la pluralidad que nos hemos planteado. Y estamos trabajando en una armonía bárbara, llamativa, que nos alegra profundamente. El día siguiente a la conformación de listas, nos invitaron a ir a un acto en el Sindicato de Taxistas, donde estaba toda la cúpula de la CGT, y tuve una enorme satisfacción cuando Francisco Tito Nenna (dirigente gremial docente de la CTA) se hizo presente y el dueño de casa lo invitó a sumarse a la cabecera. Esto no quiere decir que no subsistan las diferencias, pero hay un acuerdo de trabajar en este proyecto que hemos consensuado, y todos lo están haciendo con los gestos necesarios para transitar un camino que tiene el objetivo común de lograr el mejor resultado electoral posible. Coincidimos en esos dos ejes de los que hablaba al comienzo, uno de ellos es darle sustentabilidad a este modelo y lograr la fuerza parlamentaria que ayude a sostener y profundizar los cambios. Porque la mejor manera de defender lo que se ha logrado es no detenerse y seguir avanzando.

–Sin embargo se aprecia cierta fragmentación del llamado espacio progresista en la ciudad. ¿Hay posibilidades de articularlo luego del 28 de junio?
–El tema no es de etiquetas, el tema es de posicionamiento político y de discurso. ¿Con qué discurso nos dirigiríamos a la sociedad? ¿Cuál sería el discurso común que podíamos presentar? La fragmentación no sucede por candidaturas. Si estuviéramos ante una elección porteña, seguramente podríamos establecer un espacio de coincidencia mucho más amplio, porque las visiones que tenemos respecto del Gobierno de la Ciudad son coincidentes. Cuando pasamos a discutir nuestro posicionamiento respecto de las políticas nacionales, tenemos diferentes visiones, diferentes criterios. Nosotros creemos de verdad que hay dos modelos, creemos de verdad que este gobierno y el anterior, de Néstor Kirchner, representan un giro y un intento de avanzar hacia recuperar determinados atributos de la organización de la sociedad a partir del rol del Estado, de la inserción internacional tanto en el plano de nuestra presencia en América del Sur, en América latina, como en cuanto a cómo nos posicionamos frente a los países centrales, frente a los organismos multilaterales de crédito... No tenemos visiones similares con otros movimientos, partidos o referentes, que están abarcados en esa denominación genérica de progresistas. Entonces, el acuerdo es difícil si no hay acuerdo político. ¿Con qué propuesta interpelaríamos a los ciudadanos para pedir que nos apoyen? Cuando afirmamos que estamos en peligro de que tome fuerza un proyecto de derecha, una restauración conservadora, algunos nos responden que la derecha es la que gobierna, y por lo tanto ese riesgo no existe. Con visiones tan disímiles, es muy difícil un acuerdo.

–¿La contraposición entre diferentes modelos o proyectos que usted describe es lo que estará en disputa en estas elecciones?
–Lo que está en juego es la posibilidad que el gobierno actual tendrá, en los próximos dos años, de avanzar o no en el sentido de las reformas que el país necesita. Para entenderlo basta con revisar lo que han sido los debates alrededor de los temas que tienen que ver con el modelo de acumulación y distribución. Tomemos algunos casos muy claros: la discusión por las retenciones móviles y la discusión sobre la reestatización del manejo de los fondos jubilatorios. La primera se perdió. Y si no hubiera habido una mayoría parlamentaria, tampoco se hubiera aprobado la reforma previsional. Ni se hubieran aprobado muchas otras cosas donde la oposición unificó criterios para no dar quórum. Es decir, cuesta imaginar cómo se podría avanzar en las reformas pendientes, en mejorar el sistema tributario, en avanzar en infinidad de cosas que efectivamente faltan, porque nadie puede pensar que esto es el punto final o la conclusión de las aspiraciones, sin mayorías parlamentarias.
Es el famoso tema del vaso medio lleno o medio vacío. Estoy convencido de que hay medio vaso vacío, pero también de que hay medio vaso lleno. Entonces creo que hay que, en primer lugar, consolidar el medio vaso lleno, para luego llenar todo el vaso. Pero sin poner en peligro lo que ya se ha logrado.
Y eso queda claro si uno lee las declaraciones que han hecho referentes de lo que se llama la oposición, Mauricio Macri y Francisco De Narváez por ejemplo. Ambos, con algún matiz en cuanto a las palabras utilizadas, han dicho que el ciclo kirchnerista se terminó. Hay que organizar la transición ordenada, dijo De Narváez, y civilizada, señaló Macri.
¿Qué es organizar la transición civilizada? Es un gobierno sin capacidad de avanzar, maniatado, amordazado, al que la oposición le marca la cancha, le fija los límites, o lo lleva a la situación de confrontación, de la gobernabilidad a través de decretos, que este gobierno no ha utilizado. Vale destacar que el gobierno de Cristina Fernández emitió tres decretos de necesidad y urgencia, y algunos para cuestiones de trámite. Es un buen dato, que muestra una voluntad importante de avanzar en el sentido de mejorar la calidad institucional.
Imaginarse un Parlamento con el gobierno en minoría no es el mejor escenario si uno cree que hay muchas transformaciones pendientes, que hay mucho por avanzar y consolidar. Por eso la fragmentación del espacio popular es muy negativa. Algunas posturas que parecen muy principistas, en realidad, en tanto y en cuanto lo único que van a lograr es aportar a la fragmentación del campo popular y lesionar la posibilidad de constituir una fuerza capaz de darle continuidad y profundidad a este proceso, en la práctica, están actuando en contra de lo que su discurso dice que defienden. Dicen que hay que ir más allá de este modelo, pero apuestan a debilitarlo; dicen que hay que superarlo, pero coinciden con la derecha en poner freno; la propuesta a la gente es que voten para adelante, pero contribuyen en la práctica a fortalecer a los que quieren ir para atrás.

–¿Entonces, a su juicio, estas elecciones son plebiscitarias?
–Las elecciones siempre son plebiscitarias. Cuando se eligen cargos ejecutivos, porque el que gana gobierna, y cuando son de medio mandato, porque se reafirma una dirección o se la cuestiona. Pero el término plebiscitario suena muy fuerte, parece que marcara un antes y un después. Yo no creo que el escenario sea así. Si se diera un resultado positivo para el Gobierno, el escenario está claro, las cosas seguirán avanzando. En caso de que ocurra lo contrario, habrá otro tipo de conflictos y se producirán tensiones. Prefiero no imaginármelo. Estamos trabajando para apelar a los ciudadanos, creemos que la memoria va a jugar positivamente, y que más allá de diferencias de matices, de aspectos con los que se tienen discrepancias, habrá un importante caudal ciudadano que defenderá el rumbo, que entenderá que se pueden tener diferencias pero que hay que consolidar el rumbo progresista. Habría que tomar todos los resguardos para que no se ponga en riesgo el rumbo. Es algo que está en la memoria fresca de todos...

–¿Las respuestas que el Gobierno Nacional dio frente a la crisis internacional están relacionadas con el proyecto que defiende?
–Claro. No recuerdo otra etapa en la historia argentina en la que frente a una crisis se responda con medidas contracíclicas y no con medidas de ajuste como ha ocurrido históricamente. Algunos candidatos de lo que se llama la oposición dicen que hay que volver al Fondo Monetario Internacional, pero también que hay que bajar las retenciones y al mismo tiempo seguir pagando la deuda... ¿Qué significa volver al FMI? Significa volver a los planes con condicionamientos, algo que ya nos hemos sacado de encima por decisiones políticas asumidas en nuestro país, a partir de un proyecto que desde la situación de crecimiento sostenido ha podido encarar la contrarreforma de los 90 en muchos aspectos, aunque quedan muchísimos pendientes. Los 90 en la Argentina llevaron adelante la reforma neoliberal más profunda realizada en toda la región. En ningún lado se avanzó tanto como aquí, por lo tanto, lo que hay para desandar es todavía muchísimo. Creo que existe en el electorado una convicción de que hay que sostener el proyecto. A la hora de votar, habrá aspectos con los que no se está conforme, insuficiencias, diferencias de estilo, pero el rumbo hay que cuidarlo, eso es lo esencial.

–Si resulta electo será diputado por Buenos Aires, ciudad a la que conoce muy bien. ¿Cómo se explica que habiendo tantos cuestionamientos públicos a las políticas de vivienda, de salud, de educación del actual gobierno porteño, el macrismo conserve tan alto nivel de adhesión?
–Creo que hay una concepción muy instalada en amplios sectores de los ciudadanos porteños acerca de que los llamados gobiernos progresistas que ha tenido la ciudad no dieron respuesta eficaz a las demandas de esos ciudadanos. Entonces aparece alguien que se disfraza de eficiente, aunque en el corto plazo que lleva ha demostrado que es sólo un disfraz, una presentación publicitaria, y la gente deposita expectativa. Sin embargo, cuando se analizan encuestas desagregadas, se advierte que el alto nivel de aceptación del gobierno de Macri está vinculado con el estado de las calles y las veredas, los parques y las plazas. Cuando empieza a hablarse de educación, cultura, del resto de los temas, el nivel baja considerablemente. Macri y su gobierno son conscientes de esta situación y, por ejemplo, han subejecutado el presupuesto que tenían para escuelas, y sobreejecutaron el destinado a reparación de calles. Estamos en tiempos preelectorales y eso es lo que se ve rápido. Las obras de infraestructura, que tienen que ver con las inundaciones o el subterráneo, no se hacen. El subte es un medio de transporte vital, Macri dijo en campaña que iba a hacer 10 kilómetros por año. Bueno, ya nos debe alrededor de 15, pese a que tenía un presupuesto aprobado muy importante. Si se hubieran usado esos fondos como correspondía, muchísimos más vecinos de la ciudad tendrían el subte en la esquina de la casa.
Es una experiencia que se tiene que completar, creo que los ciudadanos porteños tendrán que ir dándose cuenta cada vez más de que el macrismo siempre se pone por fuera de la responsabilidad. Si los maestros están en conflicto es porque se metió la política, porque son unos vagos. No hacen el subte y culpan al Gobierno Nacional. Y así de corrido, siempre fuera del problema, como si no tuvieran responsabilidad. Con Daniel Filmus dijimos en la campaña de 2007 que la mayoría de los problemas que preocupan a los porteños no tienen solución porteña, sino solución tripartita: Nación, provincia y ciudad. No se puede resolver el flujo del transporte en la ciudad sin una corporación metropolitana que reúna los temas del Conurbano con los de la ciudad. No se puede resolver el problema de la seguridad sin un plan integral que incluya al Conurbano y la ciudad. Lo mismo con la basura, con el Riachuelo... Ninguno de los grandes problemas se pueden resolver sin una acción común entre el Estado Nacional, la provincia y la ciudad. Y no es casualidad que ahora no se pongan de acuerdo. No se ponen de acuerdo porque tienen visiones distintas. Macri dice que el Gobierno Nacional es tozudo y no acepta lo que él propone. No es así, en todo caso hay que acordar. Esa situación la advertíamos en aquella campaña electoral, porque teníamos la gran oportunidad, que no se ha dado muchas veces, de alinear en un pensamiento común a la ciudad, la provincia y la Nación. Eso nos hubiera permitido trabajar de consuno en proyectos que son de interés de los tres Estados, y no de confrontación como nos pasa ahora.

–Uno de los aspectos salientes de la política del gobierno actual es su relación con Latinoamérica. ¿Usted cree que las reformas que se están instrumentando en los países de la región son sustentables en el tiempo?
–Primero, lo deseo fervientemente. Segundo, depende en una enorme medida del sostenimiento de la voluntad integradora. Si uno mira América del Sur, podría decir que estratégicamente tiene ventajas inigualables: superávit energético, superávit alimentario y superávit de agua potable. Tres cuestiones básicas que van a marcar el mundo de los próximos años. Si somos capaces de integrarnos de manera de generar la acción complementaria necesaria para que eso esté al servicio del conjunto; si somos capaces de crear nuestros propios instrumentos, como el Banco del Sur; si somos capaces de seguir desarrollando nuestros proyectos dando prioridad a las relaciones comerciales entre nuestros propios países; si somos capaces de unificar nuestras posiciones en los organismos multilaterales de todo tipo, de manera de defender los intereses de la región, estoy convencido de que son sustentables. Por eso esta unidad que se ha gestado, molesta tanto y genera tanto esfuerzo por minarla y debilitarla.
Y en este nuevo escenario aparecen dos hitos: Mar del Plata y Trinidad y Tobago. Mar del Plata, el no al Alca, con todo el escenario de confrontación que era propio de un momento en el que la cara del imperio era George Bush y lo que sus políticas representaban. Pero Trinidad y Tobago, con otros actores, con un presidente estadounidense nuevo, con las expectativas que genera Obama, con los gestos amistosos que llegan hasta el libro que le regala Chávez y el «quiero ser tu amigo» que le dice, no puede plasmar en un documento común. No hubo documento de la Cumbre, porque existen diferencias profundas en una cantidad de temas respecto de las visiones de los países de América latina y el Caribe y la de Estados Unidos. Esta es una situación absolutamente inédita, no hay antecedentes. Recordemos que la OEA era el «ministerio de colonias», en los debates primero se escuchaba lo que decía Estados Unidos y después se opinaba.
Esta autonomía, esta capacidad de proyectar en libertad nos brinda la atribución de pensar en nuestras necesidades y desde ahí mantener relaciones maduras, porque nadie piensa en aislarse. En la reunión de líderes progresistas realizada en Viña del Mar, la presidenta Cristina Fernández, ante el comentario que hizo el vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, en el sentido de que debemos tener reglas y normas claras, le contestó que estábamos de acuerdo, pero con la condición de que las normas las hagamos entre todos y las debamos cumplir todos. Porque hasta ahora, dijo Cristina, estamos en un escenario donde unos hacen las normas, y otros las tenemos que cumplir.
Ese cambio es de una profundidad notable, porque llevaría a revalorizar el rol de organizaciones como las Naciones Unidas. Hasta ahora, cuando se toma allí una decisión y Estados Unidos no está de acuerdo, deja de ser un órgano competente. Que todos acatemos las normas que se establecen, y las decisiones de los organismos que se constituyen, es un avance notable respecto de la actual situación, en la que hay países que dictan reglas y otros que deben cumplirlas.
Este es un cambio que hay que sostener y ayudar a consolidar. Los líderes de la llamada oposición viven pidiendo que la Argentina no forme parte de ese espacio, que «vuelva al mundo», con esa concepción tan particular del mundo que ellos tienen, que es el mundo de las relaciones carnales, de la sumisión a los dictados del imperio. Es otra de las cosas fundamentales, es un tema básico del sentido de nuestra pertenencia, que explica por qué estamos aquí. Es una de las cosas fundamentales que hay que preservar.

–¿Cómo vivió el proceso de involucrarse en la actividad política partidaria desde una militancia de tantos años en un movimiento social?
–No creo en la división entre lo político y lo social, son diferentes facetas de una misma cosa. Se trata de cómo construir espacios para llevar adelante ideas, propuestas que en última instancia tienen como objetivo, en el caso nuestro, de lograr una sociedad más justa, más armónica, más solidaria, más inclusiva. Eso es lo que hemos hecho toda la vida en el campo de nuestra militancia social, lo hemos hecho desde el punto de vista del reclamo, y hoy lo estamos haciendo en el sentido de asumir responsabilidades y ayudar de ese modo a poder hacerlo. Ese sería el único cambio, pero lo hacemos con los mismos objetivos, con los mismos ideales. Antes, parados en el lugar donde le pedíamos a quienes gobernaban que hicieran determinadas cosas, y hoy, vamos a ver si participamos desde adentro y ayudamos a que estas cosas con las que soñamos, se puedan hacer realidad. Se trata de eso.

Daniel Vilá / Jorge Vilas (Revista Acción)
Fotos: Jorge Aloy y Horacio Paone

No hay comentarios:

Publicar un comentario