martes, 16 de junio de 2009

Pececitos de colores


Hacerse el dirigente de avanzada y pontificar sobre todo lo que se debe hacer y todo lo que se ha hecho mal es de chanta, y esa clase de material humano abunda en nuestras tierras (hay un socialista diciendo que “tiene ideas” pero no he visto ni escuchado ninguna de ellas, siquiera en un afiche).
Reforma agraria, expropiación de YPF, prohibir la actividad minera, recuperar los trenes, es todo muy bonito hasta que llega el turno de hacerlas. Y la cuestión es que buena parte de estos críticos a la hora de los bifes votaron con la derecha (no sólo con la mano sino también junto a sus representantes). Pasó con las retenciones a las exportaciones agropecuarias y pasó en la nacionalización del Área Material Córdoba, por ejemplo.
Como las cosas no se hacen con la perfección de la que se creen ungidos, mejor que no se hagan y nos oponemos junto con los grupos del poder económico. Allí lo vimos a Lozano (el socio político de Pino Solanas). Allí la vimos a Vilma Ripoll. Por allí lo vimos escapar al progre de Aníbal Ibarra, de quien aún esperamos una autocrítica por los sucesos de Cromañón.
Quien nos sorprende (o tal vez no tanto...) al verlo caer en estas tentaciones de la chantocracia es al “liebre” Jorge Ceballos, el mismo que formó parte del Gobierno kirchnerista y que desde el Ministerio de Desarrollo Social pudo percibir lo complejo de instrumentar un cambio social, político y económico en nuestro querido país.
Tan complejo es el asunto que cuando creyó ver que el Gobierno iba a ser volteado por el poder económico agrario se rajó para sumarse a pegarle por izquierda. Un deporte facilongo y por lo tanto de adhesión infantil.
Correr por izquierda desde el taburete de aquellos que la tienen reclara, es típica praxis política del izquierdismo que nunca entendió los procesos sociales en la Argentina.
El otro día leo un reportaje a Ceballos en el Semanario Parlamentario en el que afirma sin dudar que en todo este tiempo el Congreso “ha tenido poca autonomía respecto a Ejecutivo y sobre todo, poca iniciativa. (...) Ahora vamos a tener un Congreso que va a ser más plural y va a permitir más control hacia el Poder Ejecutivo”.
El antikirchnerismo aplaude a rabiar este tipo de sentencias, que no hacen más que confirmar la necesidad de darle un punto final a la tiranía.
Para ver si el Congreso fue efectivamente una escribanía del Poder Ejecutivo, como también le gusta a firmar a la ex progre Lilita Carrió, me voy a remitir a un artículo del diario Clarín (sí, el mismo periódico que ya casi funciona como partido opositor), publicado el 10 de marzo de 2008, en el que dice lo siguiente:
“Según un informe de la prestigiosa Dirección de Información Parlamentaria del Congreso de la Nación, en el anterior período parlamentario (que acaba de finalizar en febrero) de las 136 leyes sancionadas, sólo 59 fueron remitidas desde el Poder Ejecutivo, mientras que 45 surgieron de los diputados y otras 32 de los senadores. (…) Así, desde 2003, las leyes sancionadas por el Parlamento argentino y originadas por sus miembros fue del 58%, en tanto que a la Casa Rosada le correspondió por sus proyectos remitidos y aprobados la diferencia, o sea el 42%. Mirada siempre en porcentajes, esa relación para el mismo período en España fue de 8% contra 92% del Gobierno español; en Francia, de 19% contra 81%; en Gran Bretaña, de 6% contra 94%; en Irlanda, de 2% contra 98%; en Israel, de 40% contra 51%; en Italia, de 25% contra 75%; en Portugal, de 53% contra 45%; y en Suecia; de 4% contra 96%.”
Cuestión que nuestro Congreso demostró tener más iniciativa propia que el sueco.
El problema entonces es que el progresismo opositor nos pretende vender pececitos de colores para una pecera que aún tiene el agua muy turbia. Y como dice el refrán a río revuelto ganancia de pescadores. Y ya sabemos que en la Argentina hay voraces tiburones.

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