Por Luis Bruschtein (Página12)
Votame, votate, privatizame, privatizate, nacionalizame, nacionalizate. Esta campaña es muy linda, ¿viste?, porque todos somos amplios y gente republicana y de consenso. No nos vamos a pelear por una nacionalización más o menos, porque eso no es lo que importa. Lo importante es sonreír siempre, mandar buena onda y contar que tenemos mamá y abuelitos. Eso es lo lindo de votar a gente siempre sonriente y de onda. La felicidad de votar a tipos piolas que han triunfado y son famosos. Terminemos con los políticos caracúlicos, esos tipos que están siempre enojados o con esas minas groseras que se hicieron machonas con la política, esas gronchas autoritarias y mandonas.
¿Para qué pelearse por una estupidez? Lo que importa es no pelearse, busquemos consenso y si el consenso dice que hay que nacionalizar: nacionalizame, nacionalizate. Pero, eso sí, siempre con onda, porque los que se enojan para nacionalizar, seguro lo hacen mal. Porque ahí se les ve que lo que quieren es hacer daño o algún negociado, como Perón con los trenes. Perón no fue tan malo como lo pintan, pero ahí se equivocó y mostró la hilacha, porque los ingleses le vendieron chatarra. Fue un negociado de aquí a la China. Las nacionalizaciones no están mal, lo que está mal siempre, pero siempre, es la forma en que se hacen.
Todo lo que se haga con mala onda está mal. Eso lo sabe cualquiera. Si se nacionaliza o no, pero con buena onda, todo bien. Y si no se nacionaliza, también. Después de todo, la buena gente nunca nacionalizó nada, siempre votó en contra de los autoritarios y de los ignorantes, y sobre todo de los ladrones que quisieron nacionalizar algo para hacer un negociado turbio. Eso también lo sabe cualquiera. Los que nacionalizan siempre son chorros, o no tienen ideología, o son bastante brutos, en una palabra: es una vergüenza. Si se nacionaliza, hay que nacionalizar con elegancia, sin gritos ni malos modales. Y si no se nacionaliza, también. Porque todo lo demás es lamentable, una vergüenza, una verdadera vergüenza.
¿Por qué será que los únicos nacionalizadores finos, elegantes, como la gente, nunca nacionalizaron nada? ¿Por qué será, en cambio, que los que nacionalizaron algo son todos bravucones y ladrones? Son preguntas que habrá que responder alguna vez. Mucha gente de izquierda también se hace esta pregunta. Pero es evidente, y hasta triste –porque en realidad da tristeza– que una buena idea, perfeccionable tal vez, como las nacionalizaciones, no se ha llevado de la mano con los buenos modales. Faltó gente culta. Porque esa gente no fue ni a la escuela. Son ignorantes y ladrones: la chusma. No tendrían que existir. Una vergüenza.
Alguna vez, para dar el ejemplo, habría que nacionalizar algo, pero con elegancia, con inteligencia y, sobre todo, sin que nadie se enoje, por consenso, siempre en positivo, sonriente, para mejor, para adelante y para arriba. Es una vergüenza que la gente se pelee para nacionalizar algo. UNA VERDADERA VERGÜENZA, señores.
Eso es lo lindo de la nueva política. Gente joven, gente linda, ideas nuevas, donde cualquiera puede decir cualquier cosa y si mañana cambia de opinión, no hay problemas, porque eso es lo nuevo, lo lindo, porque no hay mala onda, la nueva política es en positivo, siempre en positivo y con buena educación. No nos vamos a pelear por cosas secundarias como nacionalizaciones sí o no. Y si no se nacionaliza, también está bien. Eso es importante: si no se nacionaliza, igual está bien. Porque lo que tenemos enfrente es la chusma, una vergüenza, UNA VERDADERA VERGÜENZA, señores. Avergonzame, avergonzate. Votame, votate.
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